Los ojos son los órganos que detectan las ondas de luz y envían las señales al cerebro para ser procesadas como imágenes visuales. Pero, los colores que vemos a nuestro alrededor en realidad no existen; el mismo no es inherente a los objetos. Cuando identificamos un elemento como rojo, por ejemplo, lo que estamos viendo es la superficie de un material que absorbe todas las ondas electromagnéticas que contiene la luz blanca con excepción de la roja. Al ser reflejada, esta longitud de onda es captada por el ojo y decodificada en el cerebro como el color denominado “rojo”. Este proceso convierte a la percepción del color en una experiencia eminentemente subjetiva.
En los seres humanos existe un claro predominio de la visión por sobre los demás sentidos, lo que se evidencia por el hecho de que casi el 50% del cerebro está dedicado al procesamiento visual y requiere un gasto energético adicional. Esto nos permite percibir una gama de hasta 2,3 millones de colores que se pueden ver en un número enorme de combinaciones posibles.
Pero, los ojos no solo se ocupan de las imágenes visuales. También reciben información sobre la cantidad y calidad de la luz que llega a la retina, la que luego es transmitida hasta el sistema nervioso central para regular tanto los sistemas endocrino e inmunológico como el correcto funcionamiento de los ritmos circadianos responsables de la vigilia y el sueño, entre otras cosas.
El color y la luz están tan íntimamente relacionados que es imposible separarlos como experiencias independientes. Sin luz no hay colores y sin contraste ni sombras, no hay posibilidad de comprensión visual del entorno que nos rodea. Pero, además de ser omnipresentes en la experiencia diaria, se ha demostrado que cada color tiene distintos efectos sobre la emoción, el comportamiento y la fisiología de las personas.
Diversos estudios han demostrado que los colores presentes en el lugar de trabajo pueden afectar ciertos parámetros fisiológicos tales como la frecuencia cardíaca, la ansiedad y la comodidad de los colaboradores. Esto significa que el color puede influir en los resultados laborales, el rendimiento, la productividad y la creatividad. También es fundamental en la identidad y el reconocimiento de la empresa para dar forma a la imagen corporativa.
En el diseño del espacio de trabajo, el color es fundamental. Al ser una cualidad de todos los materiales que lo componen debe cumplir con la necesidad de contemplar tanto la experiencia humana como los aspectos estéticos y de comunicación.
A fines del siglo XIX, el científico Edwin D. Babbitt desarrolló los primeros estudios que mostraban de qué forma los colores estimulan diferentes áreas del sistema nervioso autónomo. Así estableció que, a pesar de las diferencias culturales, todos compartimos respuestas similares ante ciertos estímulos de color, podemos sentirnos cansados o ansiosos al mirar grandes superficies de blanco brillante.
Por eso, al elegir los colores de un ambiente es importante considerar las sensaciones y reacciones que ellos producen para lograr un resultado armónico en función de la experiencia que se quiere provocar.
Otras investigaciones han determinado que un espacio donde predominan los colores de la naturaleza tiende a percibirse como un lugar saludable y seguro debido a nuestra preferencia innata por los colores familiares de la sabana que indican la presencia de agua, vegetación, frutas o flores.
También se ha registrado que los entornos visualmente complejos, con muchos colores, generan una mayor actividad cortical en los colaboradores. Mientras que el color blanco -que suele utilizarse para transmitir la idea de un entorno tecnológico y puro- puede generar una suerte de privación sensorial que produce inquietud, irritabilidad, respuesta emocional excesiva, dificultades en la concentración y trastornos de la percepción.
Por el contrario, se descubrió que el blanco es un color poco estimulante que, usado en grandes superficies, puede reducir la productividad haciendo que los empleados sean más propensos a distraerse y cometer errores.
Tal como hemos visto, el color es una poderosa herramienta de diseño capaz de influir en el estado de ánimo y el funcionamiento fisiológico de las personas, además de afectar la productividad de los trabajadores. Y, más allá de las consideraciones estéticas, el color también puede convertirse en un recurso verdaderamente efectivo a la hora de proyectar un espacio de oficina más humano.
Es un hecho conocido que la cantidad de información visual que las personas pueden procesar tiene un umbral óptimo para cada uno. Cuando estos límites se superan por exceso (sobreestimulación) o por defecto (subestimulación) el rendimiento laboral se puede ver afectado.
Investigaciones sobre el estrés han demostrado que tanto la monotonía visual como la sobreestimulación pueden desencadenar estados disfuncionales en el organismo y la psiquis de las personas. Los entornos poco estimulantes caracterizados por el uso de baja intensidad de colores, armonías monocromáticas, acromáticos o contrastes débiles de color pueden provocar inquietud y dificultades de concentración.
Por su parte, la sobreestimulación visual (colores muy saturados, armonías de color demasiado complejas, contrastes muy fuertes, etc.) produce cambios en la frecuencia respiratoria y cardíaca, aumento de la presión arterial y la tensión muscular, mayor susceptibilidad a enfermedades coronarias, etc.
Es por esto que la paleta de colores de los espacios de trabajo debe crear estímulos visuales sutiles que eviten tanto la monotonía como la sobreestimulación para encontrar la combinación correcta de equilibrio, diversidad y estimulación.
Por otra parte, el color es un medio ideal para diferenciar o vincular visualmente diversos elementos dentro del lugar de trabajo. La iluminación y el color pueden ayudar a mejorar nuestra orientación y la “legibilidad” de los espacios definiendo áreas o contextos específicos dentro de un esquema de open plan.
La accesibilidad es otra consideración importante al elegir la paleta de colores ya que es la mejor manera de satisfacer las necesidades de señalización y orientación para navegar el espacio. Aquí, los contrastes altos de color deben servir para garantizar la máxima visibilidad, especialmente para las personas con problemas de visión.