Durante la pandemia de SARS-CoV-2 que nos obligó al trabajo remoto por largo tiempo, hemos comprobado en primera persona las consecuencias que supone el uso continuado de las herramientas digitales, especialmente las limitaciones en las reuniones virtuales.
Esto ha lanzado a las principales empresas tecnológicas del mundo (Apple, Google, Facebook, Microsoft, Valve, etc.) a la búsqueda de herramientas capaces de fusionar los mundos, el físico y el virtual, para brindar experiencias de trabajo remotas e híbridas más interactivas y reales. Esta nueva visión se llama Metaverso, un acrónimo compuesto por el prefijo meta, que significa “después” o “más allá”, y verso que hace referencia a “universo”: un mundo que está más allá del que conocemos, un universo expandido.
Las implicancias de este desarrollo -que lleva varios años, pero que se ha puesto en valor recientemente- son inmensas. De acuerdo con el grupo Adecco, el mundo del trabajo es donde el Metaverso tendrá consecuencias verdaderamente revolucionarias tanto para las empresas como para los empleados, brindando una experiencia similar al contacto en persona, pero con la libertad de trabajar en cualquier momento y lugar.
Y, aunque apenas está comenzando a tomar forma, este Metaverso (también denominado Web 3.0 o computación espacial) ya presenta posibilidades inimaginadas. Según un reporte de la empresa Globant, se espera que alcance un movimiento de 800.000 millones de dólares en 2024 y que cree 10.000 puestos de trabajo en cinco años. Pero, los consumidores, las organizaciones y los empleados comenzarán a experimentar el Metaverso de manera cotidiana recién dentro de algunos años.
Pese a que la palabra Metaverso ya ha entrado en el léxico común, existen diferentes formas de conceptualizarlo y definirlo. En enero de 2020, Matthew Ball, un referente del tema, publicó la descripción a la que se hace referencia con mayor frecuencia. De acuerdo con Ball, el Metaverso sería “una red interoperable y masiva de mundos virtuales 3D renderizados en tiempo real que pueden ser experimentados de manera sincrónica y persistente por un número ilimitado de usuarios, con un sentido individual de presencia y continuidad de datos, tales como: identidad, historia, derechos, objetos, comunicaciones y pagos”.
Según el propio Ball, el Metaverso se puede entender como un estado casi sucesor de Internet móvil, que no lo reemplazará sino que se basará en él y lo transformará; una versión mejorada donde las personas podrán tener experiencias diferentes que no son posibles en una aplicación o página web actuales.
Lo cierto es que estará moldeado por la tecnología que usaremos para acceder a él. Pero, desde la perspectiva de la experiencia personal, se destacan las tecnologías de realidad extendida (XR) que incluyen la realidad virtual (VR), la realidad aumentada (AR) y las interfaces cerebro-computadora (BCI).
Estas serán las responsables de crear la “sensación de presencia” que nos permitirá movernos libremente como avatares, interactuar con otros y experimentar escenarios de la vida real en un mundo virtual. Esta capacidad de alterar lo que creemos que es la realidad hace del Metaverso un recurso muy diferente de sus predecesores. Para lograrlo, las tecnologías empleadas para crear estos escenarios virtuales modifican mecanismos cognitivos, tales como la experiencia de estar en un lugar y de habitar un cuerpo.
Esto es posible porque la VR comparte con el cerebro un mecanismo básico: las simulaciones. Según una hipótesis de las neurociencias (codificación predictiva), para regular y controlar nuestro cuerpo de manera efectiva, el cerebro crea una simulación interna de este y del espacio que lo rodea. Esto le permite representar y predecir acciones, conceptos y emociones en el mundo real. La VR funciona de manera similar: utiliza la tecnología para crear un mundo digital a través de representaciones tanto del cuerpo como del espacio que las personas pueden manipular y explorar. También es capaz de predecir las consecuencias sensoriales de los movimientos de los individuos y de brindarles la misma escena que experimentarían en el mundo real a través del hardware ad hoc (visores, guantes hápticos, etc.). Obviamente, cuanto más se parezca el modelo VR al modelo cerebral, más presente se sentirán las personas en el mundo virtual.
Claramente, estas tecnologías abren un mundo de posibilidades totalmente nuevas con aristas positivas y negativas, que las organizaciones deberán explorar con cuidado antes de adoptarlas.
Gracias a estos nuevos desarrollos tecnológicos el lugar de trabajo del futuro podría transformarse en una oficina virtual basada en el Metaverso, donde tanto los trabajadores remotos como los presenciales interactuarían en igualdad de condiciones y en tiempo real.
Algunas soluciones actuales que van en esa dirección no requieren más que herramientas informáticas convencionales, pero para disfrutar de una experiencia inmersiva hace falta un hardware específico: cascos o visores para VR y guantes hápticos para interactuar con objetos tridimensionales capaces de transmitir sensaciones, tales como el movimiento, las texturas y la presión. También se está produciendo un gran avance en la holografía generada por computadora que prescinde de la necesidad de estos recursos.
Se espera que el Metaverso permita superar las barreras digitales que hoy presenta la colaboración virtual, borrando la línea que separa el mundo físico del digital y aprovechando las ventajas, pero sin perder de vista los riesgos y limitaciones que exhibe. Para tener una visión equilibrada de las posibilidades que representa el Metaverso, se deberán evaluar los riesgos y restricciones potenciales de estas tecnologías junto con los beneficios.
Las posibilidades y áreas en las que el metaverso puede configurar prácticas y costumbres que mejoren la vida de las persona, son infinitas. Y aunque todavía hay una buena dosis de escepticismo, los expertos aconsejan a las empresas que sean cautelosas. Las promesas de lo que puede ofrecer esta nueva tecnología pueden tardar en llegar. Según todos los indicios, y a pesar de ello, actualmente estamos en la frontera de un cambio fundamental en el uso de Internet. Y una cosa es segura: el metaverso es, definitivamente, mucho más que la posibilidad de jugar en línea con un avatar.