Febrero 2024
Al Borde

Gustave Eiffel, el ingeniero al que superó su “Inútil y monstruosa” torre

por Ing. Mario Minervino - @mrminervino1

“La torre tendrá su belleza propia. ¿Porque somos ingenieros creen ustedes que la belleza no nos preocupa y que al mismo tiempo que hacemos algo sólido y perdurable no nos esforzamos por hacerlo elegante?”. Esta fue parte de la respuesta que en 1887 el ingeniero francés Gustave Eiffel (1832-1923) dio al grupo de intelectuales franceses que, “apasionados aficionados por la belleza de París”, manifestaron en un diario de la época su indignación por la erección, en pleno corazón de la capital, de lo que calificaron como la “inútil y monstruosa torre Eiffel”.

Eiffel tenía entonces 57 años de edad y más de 200 obras en su haber. Reconocido a nivel mundial por su capacidad para el diseño y cálculo de estructuras metálicas, fue el único capaz de materializar la torre de 300 metros de alto que pidieron los organizadores de la Exposición Universal de París de 1889, marcando así el lugar preciso de la muestra.

Las críticas no evitaron su concreción, pusieron a Eiffel en un sitial de privilegio y París sumó un símbolo extraordinario, uno de los sitios más visitados por el turismo internacional.

En diciembre último se cumplieron cien años del fallecimiento de Eiffel. Se realizaron decenas de homenajes a su memoria, se repasó su vasta obra y el pedido formal de sus descendientes de trasladar sus restos al Panteón de París, el edificio donde descansan personalidades como Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Émile Zola, Louis Braille, Jean Monnet y Pierre y Marie Curie.

Mucho más que una torre

Uno de los aspectos que más se buscó destacar en el centenario de su desaparición fue rescatar las obras que, fuera de la famosa torre, Eiffel desarrolló en todo el mundo. Es posible que haya sido uno de los primeros profesionales de la ingeniería y la arquitectura en alcanzar un plano internacional.

Eiffel solía bromear diciendo que sentía envidia por su torre, a la que sobrevivió 37 años, ya que lo había superado en fama y de alguna manera había borrado el resto de sus trabajos.

Algo de razón tenía al sentirse minimizado por esa estructura metálica. Pese a haber realizado cientos de puentes, faros, estaciones de trenes e instalaciones industriales, poco y nada es conocido de su obra, y cuando se las nombra, la referencia inevitable es que su autor “es el mismo que hizo la torre en París”, como si ese fuera su único valor.

Eiffel falleció en París el 27 de diciembre de 1923, a los 91 años. Lo que sigue es una referencia a algunos de “los otros trabajos”, verdaderas muestras de su talento. Es también un repaso a obras que se reconocen como de su autoría sin que haya documentación que las avale, pero que claramente pueden haber salido de los talleres metalúrgicos que Eiffel tenía en París.

Un faro en Albania

En 1868, Eiffel se asoció con el ingeniero Louis Sautter para trabajar en “la construcción de torres de hierro, especialmente destinadas a faro”. A partir de entonces su empresa tomó la construcción de faros metálicos en todo el mundo, a los que por su estética se los reconoce hoy como “Faros Eiffel”.

Uno de esos trabajos se encuentra en Ristna, isla de Hiiumaa, Albania, y recientemente, después de décadas de dudas, se demostró que proviene de la empresa Eiffel.

Un documento en los archivos privados del ingeniero, dado a conocer por sus descendientes, confirmó que la estructura se realizó en su fábrica. Se trata de una estructura construida en 1874 y hoy revestida, en parte, por un cajón de hormigón que oculta los daños que sufrió durante la Primera Guerra Mundial. Pero su remate y muchos de sus elementos decorativos siguen expuestos y son similares a los utilizados en la torre parisina.

“Con el redescubrimiento del faro Ristna manifestamos nuestra vocación de promover el legado de nuestro abuelo”, comentó Myriam Larnaudie-Eiffel, al confirmar su autenticidad.

Varios faros

Eiffel participó en el diseño de al menos 12 faros. Uno de los que queda en pie es una pequeña luz en Moguériec, en el muelle Honfleur, en Francia. La baliza se ubica a diez metros de alto y fue diseñada en 1876 en los talleres Eiffel de Levallois-Perret. Ese año se instaló en el puerto normando de Honfleur, pintado por el impresionista Seurat. Hace pocos meses se terminó su restauración, una inversión de 540.000 euros proveniente de donaciones de fondos europeos, regionales y estatales. La obra tiene el mismo tipo de remaches que la torre Eiffel y conserva espigones, barandillas, cúpula, escalera interior y veleta originales.

La Estatua de la Libertad

Símbolo por excelencia de los Estados Unidos, la Estatua de la Libertad es un obsequio de Francia a Estados Unidos en el primer centenario de su independencia. Fue inaugurada el 26 de octubre de 1886, frente a Nueva York. Tiene 96 metros de alto, está realizada en bronce y una estructura de hierro interior la sostiene sobre su pedestal.

El escultor Frédéric Bartholdi, su autor, hizo el primer modelo de yeso: una mujer representando “la libertad iluminando al mundo”. Luego materializó la obra con paneles de cobre y, sabiendo que por su ubicación en una isla iba a estar sometida a fuertes vientos, contrató a Eiffel para que diseñara y calculara una estructura interior. Eiffel ideó un sistema de pequeñas barras de hierro que unieron, como una “costura interna”, cada panel de cobre.

De París la estructura viajó a Ruan en tren, luego a Sena en barco y finalmente al puerto de Le Havre. Se la desarmó y embaló en 350 piezas, distribuidas en 214 cajas. Otras 36 cajas llevaban los remaches, engranajes y herramientas para su ensamblaje. Antes de que Bartholdi montara las placas de bronce, hubo una torre de Eiffel frente al mar.

Los puentes

Si algo le dio experiencia a Eiffel en el manejo del hierro fue la construcción de puentes, sobre todo ferroviarios, cuya estructura grácil y liviana parece contraponerse al esfuerzo que supone sostener el peso y paso de un tren. De hecho su torre en París descansa sobre cuatro “puentes”.

Hay puentes de su autoría en Oporto, Portugal, sobre el río Duero (el María Pía), en China, Vietnam, Egipto y Bolivia. Había uno muy atractivo en Zrenjanin, Serbia, sobre el río Begej, encargado en 1903, un ejemplo del estilo Secesión, funcional y artísticamente valioso, con arcos decorados con motivos geométricos y florales. Fue retirado en 1969, para dar lugar a “nuevos planes urbanísticos”.

Otro puente ferroviario se ubica sobre el río Prut, entre Moldavia y Rumania. En 1876, una crecida arrastró al puente original y el Departamento de Ferrocarriles invitó a Eiffel a rediseñarlo. La obra se inauguró en 1877 y sigue siendo una construcción estratégica, bajo la supervisión de los guardias fronterizos.

Finalmente, podemos referir el puente Eiffel-Viana do Castelo Portugal, construido en 1878, uno de los primeros metálicos de Portugal, una estructura de hierro forjado de 562 metros, formado por siete tramos. Además de su belleza estética, es una pieza importante en la historia del transporte ferroviario de Portugal, como parte de la ruta que unía Oporto, en Portugal, con Vigo, España.

Reloj a la Dominicana

Otra obra marca Eifell se ubica en la República Dominicana, en el Caribe. Se trata de una torre que sostiene un reloj Paul Garnier, en el parque de Montecristi de esa ciudad. Fue inaugurada en junio de 1895 y aún hoy el reloj funciona con su mecanismo original.

El monumento mide 30 metros de alto y su construcción fue gestada por un vecino que llevó al municipio la idea de contar con un reloj público. La torre llegó desde Francia, embalada en decenas de cajones.

En nuestra tierra

En la Argentina hay un puñado de trabajos que se atribuyen a Eiffel, no todos debidamente documentados.

En el barrio de San Telmo, Perú al 500, se ubica un edificio cuya estructura de hierro forjado llegó de París. Fue construido en 1894 con piezas fundidas en los talleres Eiffel, según un diseño del arquitecto suizo Lorenzo Siegeris, para la Casa Nocetti y su local de exposición de maquinaria agrícola marca “El Forjador”. Actualmente en el lugar funciona una discoteca.

En Córdoba existe otra obra –muy particular– atribuida a los talleres Eifell. Se trata de una “Vuelta al mundo” de hierro que habría sido prefabricada en París. Algunos estudiosos aseguran que no hay constancia de que Eiffel construyera alguna noria o rueda de parques de diversiones, sin embargo el historiador Carlos Page asegura que originalmente el armazón tenía una placa que certificaba esa procedencia y autoría.

El primer emplazamiento de la “Rueda Eiffel” fue en San Miguel de Tucumán, como parte del “Mundial Park”, inaugurado en 1916. Dos años después el gobierno de Córdoba la compró y la volvió a montar en el Parque Sarmiento de esa ciudad. En 1938 fue clausurada ya que sus rayos se deformaban. Quedó en pie hasta 1992, casi derruida, y se recuperó parte de su estructura en 2001, reconvertida en una escultura cuyo principal valor es su supuesta construcción por parte de Eifell.

El faro

La última mención es a otro Faro, el ubicado en la localidad de Monte Hermoso. Se trata de la estructura metálica más alta de Sudamérica en su rubro, inaugurada en 1905 como parte de la construcción del Puerto Militar que dirigía el ingeniero Luis Luiggi en Punta Alta.

La torre tiene colocada una placa de Barbier, Bénard & Turenne, una de las firmas de las que en la época se dedicaba a la fabricación de faros en París. En rigor, la empresa se encargaba de hacer el faro propiamente dicho, es decir los dispositivos ópticos y sus componentes, como la lámpara, las ópticas, la cúpula metálica y la torre que sustenta la sala del farol. Pero era habitual que subcontratara los demás componentes. Así, los mástiles metálicos y otros detalles los dejó a cargo de fabricantes de estructuras metálicas, entre ellos G. Eiffel & Cie. Por eso no es aventurada la afirmación de que el faro monte hermoseño tenga sus partes forjadas en los talleres Eifell.

Final

“No somos simplemente el país de los artistas, sino también el de los ingenieros y constructores llamados a construir puentes, viaductos, estaciones y los principales monumentos de la industria”, señaló Eiffel a principios del siglo XX. A un siglo de su desaparición, el mundo busca reconvertirlo y reconocerlo en toda la dimensión de su talento, asumiendo que fue mucha más que una torre bonita.


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