Junio 2025

Entubado del Napostá: la obra que escondió un arroyo histórico

Entre 1978 y 1982 Bahía Blanca borró del paisaje urbano el curso del arroyo Napostá, un componente de enorme potencial recreativo que terminó escondido en un conducto de hormigón. La obra salió a la luz a partir de la catástrofe del pasado 7 de marzo, cuando una lluvia de casi 400 milímetros, registrada en seis horas, puso en crisis todo el sistema de desagües de la ciudad.

Un componente clave de ese sistema es precisamente el entubado, diseñado con una capacidad de transporte de agua en 40 m3/s.

La pregunta es: qué situación, qué argumentos y qué voces fueron las que plantearon una obra que hoy resulta muy cuestionada, tanto desde el punto de vista hidráulico como desde la mirada del paisaje y de las interesantes ventajas que significa contar con un curso de agua.

Primero fue la orfandad

El arroyo Napostá nace en Sierra de la Ventana y recorre 130 kilómetros hasta desembocar en el estuario bahiense. Cuando llega a la zona urbana —a la altura del partido del parque de Mayo— se divide en dos. Un brazo sigue hacia la zona del puerto, el otro, el llamado arroyo Maldonado, desemboca a pocos metros de donde funciona el balneario Maldonado.

Esos dos brazos tienen un cauce generalmente pobre, dos hilos de agua que a duras penas corren hacia el mar. Pero todo cambia con las lluvias en la zona serrana, cuando el agua que cae en su cuenca lo transforma en un curso impetuoso y caudaloso que buscaba con urgencia y violencia una salida. Cuando el agua llega a la mencionada bifurcación muestra otra cara, suele desbordar el cauce y ocupar un ancho de hasta 200 metros, inundando todas las tierras aledañas.

En 1906 una intervención desafortunada hizo que un solo brazo del Napostá quedara a cargo de recibir esas crecidas. Ese año un grupo de inversores adquirió el llamado Bañado de Jiménez —actual parque de Mayo— con la idea de trazar un atractivo barrio parque. Como el sector era inundable, sus adquirentes llevaron adelante dos intervenciones. Por un lado, cegaron el Maldonado, lo llenaron de tierra y plantaron sobre él 500 árboles, con lo cual su curso dejó de existir como tal. Para compensar ese cierre construyeron un pequeño dique-embalse. La idea era que en las crecidas el agua quedaba “retenida” en ese lugar y se liberaba de manera gradual hacia el Napostá. El diseño fue un fracaso. Las crecidas superaban al dique, inundaban el barrio-paseo y el Napostá debía hacer frente en soledad a la situación, generando la inundación de los barrios aledaños a su recorrido. Así pasó a ser el causante de todos los daños, el “látigo que castigaba a la ciudad”.

Desde entonces varias voces alertaron sobre la necesidad de reabrir “el hijo perdido del Napostá” o ensayar propuestas alternativas. “Se podría construir un canal y un acueducto cruzando el Bañado hacia un depósito y desde allí ponerlo en comunicación con el Maldonado”, se planteó.

En 1908, Vicente Almandos Almonacid, director de Obras Públicas de la Municipalidad, advirtió la situación. “Por ley física, una masa de agua tiende a correr en línea recta. Por eso, el verdadero desagüe del Napostá es el Maldonado, por donde debe correr la mitad de su caudal y rehabilitarse, pensando un tratamiento paisajístico y profundizando el lecho”, señaló.

En 1914 fue el ingeniero Domingo Pronsato quien alzó su voz luego de un desborde del Napostá.

“Bahía Blanca no se ha dado cuenta del riesgo que corre. Los daños de la creciente hubiesen sido peor si la lluvia caída sólo en la ciudad se hubiese extendido a la cuenca del Napostá”. Pronsato mencionó que la naturaleza había proporcionado al Napostá un “talweg” (por el Maldonado), cuyas barrancas “demostraban el rol ejercido en cada creciente de su hermano mayor”.

Pese a lo evidente de la situación, no fue hasta 1946 que esta se modificó. Fue cuando la provincia acordó la reapertura del Maldonado y la profundización y ensanche del Napostá.

En 1948 las topadoras comenzaron la construcción del canal y el dragado. Considerando las lluvias promedio de diez años se estableció una capacidad de transporte de ambos cursos de 300 m3/s. La obra se terminó en 1951. En 1955, con la primera lluvia importante en la zona serrana, ningún barrio se inundó. No hubo ningún grito de “no se inunda más”, pero la historia había cambiado.

Faltaba el entubado

Veinte años después del dragado y ensanche del Napostá, dio comienzo su entubado, la cual se llevó a cabo entre 1978 y 1986, en dos etapas, con varias idas y venidas. La provincia aportó los recursos y el municipio “dio una mano” absorbiendo el 30 % del costo.

La decisión de hacer correr el arroyo por un conducto no respondió a una cuestión hídrica, sino al pedido de vecinos y entidades que consideraban al curso de agua un verdadero “foco infeccioso”.

Ya en la década del 50, cuando se decía que el arroyo “no infundía temor a nadie”, la falta de mantenimiento y limpieza y un completo descontrol en el volcado de basura y efluentes industriales, lo habían convertido en un “curso putrefacto” donde el agua “apenas corría”.

En 1971, vecinos de Bella Vista remitieron una carta del intendente manifestando que mientras la ciudad “crece, surge y progresa” era inadmisible tener “soportar sus emanaciones” y dejaban un concepto contundente: “Todas las personas en tránsito por nuestra ciudad manifiestan que la misma se caracteriza por el olor del arroyo”.

Ese mismo año, un equipo de profesionales liderado por el arquitecto Eduardo Sarrailh terminó el Plan de Desarrollo Urbano de la ciudad, el cual, curiosamente, propuso también el entubado.

“El paso del Napostá a cielo abierto origina un corte a la continuidad de la trama y su escaso ancho le impide adquirir una fisonomía de interés. El volcado de afluentes desmejora más su paso”, señaló el estudio, al tiempo de mencionar que sobre esa obra se podría sumar una red vial.

En 1975 se creó una comisión proentubado con representantes de los barrios Napostá, Bella Vista, Villa Mitre, Tiro Federal, Rivadavia, Villa Rosario y Villa Miramar. Un año después, la provincia presentó un proyecto de entubamiento con un recorrido de 3840 metros, entre las calles Casanova y Estados Unidos, organizado de menor a mayor en cuanto a sus dimensiones: un primer tramo de 2,20 x 4,50 metros, seguido por dos tramos de 2,20 x 3,75; luego, dos de 2,20 x 3,50, y finalmente, tres celdas de 2,20 x 4,00 metros.

El tendido se completaba con tres pluviales que se conectaban con el conducto, tomando el agua de lluvia de al menos cinco subcuencas y “dando una solución definitiva a los problemas de la inundación agravado por el aumento de la pavimentación en las zonas altas”.

Las obras se iniciaron simbólicamente el 11 de abril de 1978 y en 1982 llegaron al paseo Boronat y Casanova. “Llama la atención lo angosto de la celda con que se inicia el entubado”, comentó entonces el diario La Nueva Provincia.

Antes de completarse la obra, la provincia había anunciado que no haría un camino sobre la misma, ya que eso exigía un estudio profundo, con muchos obstáculos y posibles terrenos a expropiar. La municipalidad también dejó en claro que el entubado “nunca podría ser una calle” porque algunos de sus tramos eran intransitables, otros desparejos y con diferencias de nivel con las calles transversales.

Con el entubado terminado, en diciembre de 1982 la Sociedad de arquitectos hizo pública una nota, con la firma de Eduardo Locatelli y Ricardo Asinsten, cuestionando el trabajo y “la ligereza de los argumentos” utilizados para intervenir de esa manera el patrimonio natural. Criticaron “la particular visión” que ante la imposibilidad de controlar el arrojo de desperdicios al arroyo, se haya decidido anularlo. Era tarde.

Lo que viene

En la inundación del 7 de marzo, el volumen de agua en el partido del parque de Mayo alcanzó los 900 m3/s: el triple de la capacidad del canal más el entubado.

Por estas horas, profesionales de la provincia analizan alternativas para aumentar esa capacidad. Entre ellas modificar el perfil del derivador duplicando su capacidad, sumar un conducto al actual entubado o proceder a destaparlo, recuperando el curso a cielo abierto.

La idea de la provincia es contratar una consultora que analice en profundidad la situación y sugiera cuál intervención es la más conveniente para mejorar la condición de vulnerabilidad de la ciudad.

La obra calculada en 1948 ha quedado expuesta como insuficiente y fue agravada por el entubado de 1978. En definitiva, hay que corregir y mejorar, para evitar, nunca mejor dicho, que el sistema de desagüe vuelva a hacer agua.


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