Pocos profesionales de Bahía Blanca han tenido una trayectoria tan amplia, rica y variada como la desarrollada por el arquitecto Manuel José Alfredo Ramón Mayer Méndez, cuya labor ronda las 250 obras realizadas.
Nacido en Santiago de Compostela, España, el 28 de agosto de 1904, Mayer Méndez se radicó en nuestro país en 1918 y optó por la ciudadanía argentina. Egresado como arquitecto de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires en 1929, ese mismo año se radicó en Bahía Blanca, formando una sociedad con el arquitecto Enrique Cabré Moré, otro de los grandes protagonistas de la historia de la arquitectura y la construcción local.
La firma Cabré-Mayer estampó su firma en decenas de obras de la ciudad, como inicio de una carrera que se extendió por casi 50 años y que incluyó todo tipo de trabajos; el primero de ellos: completar la fachada de la iglesia Catedral y construir la casa parroquial.
Mayer Méndez se dedicó también a la docencia, como profesor del Instituto Tecnológico del Sur, antecesor de la Universidad Nacional del Sur (UNS).
A cargo del departamento de construcciones de esa casa le tocó proyectar, en 1948, el complejo que hoy ocupa la UNS en la avenida Alem al 1.200. Pocos años después, 1951, diseñó el monumental edificio que hoy ocupa el rectorado de esa casa, en la avenida Colón 80.
También fue el autor del edificio donde hoy funciona la denominada Casa de la Cultura, en avenida Alem 925, originalmente propiedad del abogado Mario Olaciregui y adquirida por la UNS en 1958.
Además de la arquitectura, Mayer Méndez fue escultor, ejerció la docencia en la Escuela Industrial y el colegio Nacional, fue fundador de la Escuela de Artes y del grupo PROA y trabajó en la municipalidad dirigiendo obras de pavimentación.
Es poco menos que imposible presentar el listado completo de los trabajos de Mayer Méndez, que suman más de 250, no sólo en Bahía Blanca sino en la región. Por eso la propuesta es repasar algunos edificios que, además de los mencionados en el párrafo anterior, se destacan por su singularidad.
Uno de ellos es el estadio de básquet del club Estudiantes de Bahía Blanca, construido en 1939 para servir de sede al campeonato argentino de ese deporte. Ubicado en el centro de la manzana que limitan la avenida Colón y O’Higgins, entre Ángel Brunel y Santa Fe, fue considerado en su momento el más importante en su tipo en Sudamérica, y la revista El Gráfico lo mencionó “como la cancha de River Plate en miniatura”. El estadio fue cubierto en 1959, con una obra de ingeniería fantástica: una cubierta colgante con geometría de paraboloide hiperbólico diseñada por los ingenieros Néstor Distéfano y Ricardo Arrigoni, y el arquitecto Pedro Doiny Cabré.
Otro es la sede de la Tienda El Siglo, en Saavedra y O’Higgins, una maravilla art decó, un edificio multifamiliar de líneas puras; la vivienda multifamiliar y de oficinas en Drago y O’Higgins, cuya planta baja ocupó durante décadas la Casa Muñoz, y la esquina de Fitz Roy y Brown, donde funcionó la lonería García Castelo. También son proyectos de su autoría el demolido cine Grand Splendid, Alsina 129, y la vivienda del escritor Ezequiel Martínez Estrada (Avenida Alem y Salta).
A esto se deben sumar decenas de viviendas familiares distribuidas por todos los barrios de la ciudad.
Cuando en 1950 comenzó en la ciudad la tendencia a construir en altura, Mayer Méndez diseñó dos de los edificios clásicos de la ciudad, el Taberner (1955-1959) de O’Higgins y Brown y el Pizá Roca (1961), de Drago y avenida Colón, dos de las obras más destacadas de esa tipología.
En materia urbana no se quedó atrás, de su autoría es nada menos el diseño del barrio Parque Palihue, resuelto en 1948 con un particular diseño de calles curvas, sacando provecho de las lomadas y las mejores visuales posibles.
Mayer Méndez falleció en Buenos Aires, el 16 de noviembre de 1986.
Mayer Méndez fue el primer profesional local en presentar el proyecto de crear la carrera de arquitectura en la UNS. Lo hizo en 1958, cuando la universidad llevaba apenas dos años de fundada. Sus argumentos eran que toda universidad debía buscar sus ofertas de carreras, y en ese sentido consideraba que la arquitectura se ubicaba en el punto de contacto entre los conocimientos humanísticos y los técnicos. “Al arquitecto y al urbanista les toca intervenir como compaginadores del hábitat y de definir las proyecciones a futuro de la ciudad, dotándolas de un equilibrio entre habitar, trabajar, circular y recrearse”, dijo.
No era el momento aquel para la creación de la carrera, pero su inquietud nunca dejó de estar presente. El dictado recién se aprobó en 2016. En 2021, el grupo de aulas donde se dicta la mayoría de los talleres de la carrera, en el campus de altos del Palihue, fue bautizado con su nombre y en su interior se colocaron varias fotografías de sus obras.