Las emociones cumplen un papel fundamental en la toma de decisiones, en cómo nos expresamos y en cómo nos comportamos. Las mismas pueden ir variando según el entorno en el que estemos. Por ello, muchas investigaciones se han centrado en estudiar el vínculo entre ellas y la percepción de la luz, ya que la mente humana es especialmente sensible a la intensidad, a la posición, a la distribución y al color de ella. Además, modifican sustancialmente la percepción de un ambiente, es decir, interfieren en la espacialidad, en la claridad o en la intimidad, factores que muchas veces el espacio por sí solo no logra concebir.
Las luminarias se pueden clasificar en cálidas, frías o neutras según la temperatura de color que emiten, medida en grados Kelvin (K). Cada rango de temperatura está asociado a un color específico, con las temperaturas más bajas correspondiendo a tonos más cálidos y las más altas a tonos más fríos. Por ejemplo, los colores como el rojo y amarillo se asocian con temperaturas de color que oscilan entre 1000 y 4000 Kelvin, lo que los hace más cálidos. En contraste, los tonos blancos y azules están vinculados a temperaturas de color que varían entre 6000 y 10.000 Kelvin y, por lo tanto, son considerados más fríos.
Diversas investigaciones se han centrado en buscar e identificar patrones y tendencias que puedan traducirse en parámetros específicos para evaluar las distintas valoraciones emocionales de los espacios arquitectónicos. Saber sobre cómo aplicar la luminaria en cada uno de los espacios permite diseñar para obtener respuestas emocionales de los usuarios, logrando balancear sus emociones y creando experiencias satisfactorias y beneficiosas. Así, por ejemplo, es posible diseñar la iluminación de lugares que tienden a provocar mucho estrés (como hospitales, oficinas o colegios) para modificar esas emociones negativas, generando que las personas puedan ocuparlos en un estado de mayor tranquilidad.
Se comprobó que, en general, a mayor cantidad de luz más intensamente se viven las emociones y que la luz fría, a diferencia de la luz cálida, tiende a inhibirlas. La luz cálida, que se asocia con el atardecer y el amanecer, contribuye a crear ambientes más acogedores y relajantes. En contraposición, la luz fría hace que el ambiente sea más estimulante, lo cual ayuda a sentirnos más alertas y enfocados. A su vez, los colores de la luminaria también influyen en la percepción del espacio, por ejemplo, el rojo se asocia a mayor calidez y pasión, el amarillo a alegría y optimismo y el verde a tranquilidad y seguridad.
En base a ello, se puede observar cómo sería ventajoso iluminar productos en un local comercial de forma localizada y con luz fría, ya que eso aumentaría el deseo de compra en el consumidor. (Imagen 1)
Siguiendo la misma línea, un bar o lugar bailable genera más sensación de satisfacción o diversión si predomina la luz cálida, y si hay sectores más iluminados que otros. A su vez, la luz de color rojo crea una sensación de comodidad y energía, emociones muy buscadas en este tipo de lugares donde lo ideal es que la gente sienta ganas de permanecer por mucho tiempo. (Imagen 2)
A continuación, te mostramos una breve tabla que asocia la emoción que manifiesta un individuo según la configuración de la iluminación de un espacio.
Emoción del usuario |
Configuración de la iluminación |
||
Temperatura de color |
Cantidad de luz |
Distribución de la luz |
|
Relajación |
Cálida |
Baja |
No uniforme |
Deseo |
Fría |
Media |
No uniforme |
Energía |
Fría |
Alta |
Uniforme |
Diversión |
Cálida |
Media |
No uniforme |
A los efectos prácticos de lo mencionado anteriormente, te dejamos algunas recomendaciones para que puedas iluminar cada ambiente de tu hogar de la forma más adecuada posible.
Áreas de descanso: en los dormitorios es recomendable una luz tenue y cálida que pueda propiciar un buen descanso. Esto es recomendable para evitar alterar lo menos posible el ritmo circadiano de sueño, ya que al haber menos luz aumenta la producción de melatonina, la hormona encargada de producir un estado de somnolencia. Una alteración del ritmo circadiano (debido a un exceso de luz) podría producir insomnio y generar, a largo plazo, trastornos de estrés o ansiedad. (Imagen 3)
Áreas de ocio o diversión: en estos espacios es indispensable que la luz sea cálida y se distribuya de manera no uniforme, destacando zonas específicas como, por ejemplo, una mesa de pool o el sector donde uno se sentará a leer un libro.
Áreas de trabajo o estudio: en este tipo de ambiente, una adecuada iluminación puede mejorar la concentración. Para ello, lo más conveniente es que la luz sea fría y se distribuya de manera uniforme sobre el área de trabajo, como puede ser un escritorio. También es importante que la luz sea más intensa si queremos mantenernos enérgicos o inspirados. En las situaciones en las que haya que tomar una decisión importante, para ser lo más objetivo posible y evitar ser atravesado por emociones, lo ideal es que haya poca iluminación.
Áreas sociales: en este tipo de áreas, como pueden ser el comedor o la sala de estar, espacios donde uno suele reunirse con familiares o amigos, las emociones juegan un papel fundamental. Es por ello que estos encuentros se pueden desarrollar a la perfección cuando el ambiente cuenta con mucha luz.
Ya hace mucho tiempo que existen distintos dispositivos, como los reguladores de luz, que permiten reducir o aumentar la intensidad de una luminaria. Con la domótica, la tecnología avanza aún más, ofreciendo un control más evolucionado de la iluminación: a través de aplicaciones móviles es posible regular tanto la intensidad como la temperatura de color de la luz. Esta integración tecnológica permite adaptar los ambientes a cada situación según las preferencias del usuario.
Es crucial reconocer que, aunque los estudios relacionan las emociones con el color y la intensidad de la luz, la percepción de un espacio interior no deja de ser subjetiva, aunque se haya demostrado que la mayoría de los individuos responden de igual manera a las distintas configuraciones de iluminación espacial. La manera en que cada persona experimenta la iluminación dentro de un lugar puede variar, ya que las emociones que evocan pueden ser influenciadas por experiencias personales o parámetros culturales. A pesar de esta variabilidad, expertos coinciden en que aprovechar la luz solar durante el día y evitar la exposición a la luz fría, antes de acostarse, puede mejorar la calidad del sueño, así como el bienestar y la productividad.