Octubre - Noviembre 2022 - Año XXXII
Al borde de la línea

Víctor Roque Maronna el legado de un constructor

por Ing. Mario Minervino - @mrminervino1

Nacido en Italia y desde muy joven radicado en Bahía Blanca, Maronna fue parte de un grupo de constructores que hizo de Bahía Blanca una de las ciudades con mayor calidad de mano de obra en la provincia.

Como era habitual en su familia, a Víctor Roque Maronna lo llamaban por su segundo nombre, Roque. Su profesión fue la de constructor y su firma puede verse grabada en el frente de decenas de viviendas de la ciudad, con la particularidad de que un par de ellas forman conjuntos apareados organizados en esquina. Son construcciones casi centenarias, que siguen presentes en el paisaje urbano en muy buen estado de conservación, con sus maravillosos frentes símil piedra, su trabajada carpintería de madera o de hierro y una terminación que integran ornamentos y molduras, y dan cuenta de la calidad de ese trabajo.

Maronna nació en la provincia de Basilicata, una bellísima región del sur de Italia, situada entre Campania, Puglia y Calabria. Llegó al país con apenas 8 años de edad y desde muy joven se consolidó con su oficio de constructor entre los encargados de dotar a la ciudad de viviendas de calidad, en cuanto a terminaciones y detalles de estilo.

Desarrolló su actividad en Bahía Blanca hasta 1942, año en que se instaló en Buenos Aires. Regresó a nuestra ciudad en marzo de 1973 y aquí falleció, en diciembre de ese mismo año, a los 76.

Las casas

Maronna trabajó, como la mayoría de los constructores locales, con distintos arquitectos, llevando a la realidad sus proyectos con una calidad constructiva que es motivo de admiración, portadores de una calidad artesanal que ya no existe.

Quienes caminan la ciudad y disfrutan de ese “arte inevitable” que es la arquitectura, el que se presenta como telón de fondo de las calles, puede disfrutar de varias propuestas con la firma de Víctor R. Maronna en sus frentes.

Uno de esos conjuntos se ubica en la avenida Colón y Berutti. Fue proyectada por el arquitecto Juan Luoni y está inventariado como bien patrimonial. Son tres viviendas, dos con acceso por la avenida Colón, una con ingreso por Berutti y la esquina curva con un salón históricamente ocupado por distintos comercios u oficinas.

La organización de la planta baja de cada unidad se logra a partir de un gran hall, alrededor del cual se agrupan los distintos locales: garaje, sala, comedor y vestíbulo. Al fondo, la zona destinada a cocina, lavadero, sanitario y patio.

Desde el garaje se puede acceder a un pequeño patio y a una pieza de servicio. En la planta alta se ubica el baño principal y cuatro dormitorios.

La esquina de Terrada y Moreno es otra donde se puede admirar un conjunto similar, con varias viviendas desarrolladas en planta baja. Si bien se encuentran todas en uso y en muy buen estado, un detalle no menor es que algunas han sido pintadas, perdiendo el atractivo del revoque símil piedra y quitando la fuerza que tenía como conjunto y unidad.

Por último, sobreviven algunas viviendas de Maronna en distintas calles y ubicaciones. Una de ellas, de atractivo diseño, es la que ocupaba el propio Maronna con su familia, en calle O'Higgins 350.

Organizada en dos plantas, se destaca una suerte de balcón cerrado que se adelanta en la planta alta, rematado por dos grupos y balaustres. Lo singular de esta construcción es que ocupa un terreno de 15 metros de frente por 50 de fondo, donde ubicó su vivienda en planta alta, sobre el frente, y suma otras cuatro unidades independientes para renta en una tira hasta el centro de manzana. Para acceder a ellas, se ubicó una puerta que permite el ingreso a un largo pasillo, en cuyo recorrido se ubican los accesos a cada una de las unidades.

Pero, sin dudas, el aporte más particular de la casa al frente es que sobre la planta alta Maronna ubicó un sector de pérgola y patio que da paso a una cancha de tenis y un frontón para pelota paleta. Todo el conjunto se encuentra cerrado con una malla. Hasta la actualidad el apellido Maronna sigue vinculado de manera muy estrecha con la práctica de estos deportes.

El constructor

Retomando el oficio de Maronna, acaso no hubo un papel más destacado en la conformación de las ciudades del interior, en general, desde principios del siglo XX, que la de los constructores italianos, contribuyendo con una calificada mano de obra. Según señala el arquitecto Jorge Tartarini: “Los italianos encontraron en la arquitectura un poderoso medio de expresión que permitió obras de excepcional calidad. El tradicional albañil peninsular dejó el sello de la refinada calidad artesanal italiana”.

Además, el aporte de estos trabajadores significó un cambio notable en las técnicas, materiales y formas constructivas, no solo en la arquitectura oficial sino en la escala barrial, la arquitectura popular.

Con los italianos, la propagación del estilo neorrenacentista fue desplazando al colonial y resultó clave en la conformación de la estética urbana de las ciudades desde principios del siglo pasado. Se multiplicaron los zócalos y pilastras, los frisos y cornisas, los balaustres y decoraciones. Calificados frentistas generaron construcciones que son verdaderas obras de arte, con una calidad de terminación extraordinaria, con frentes que resisten la luz del sol sin mostrar la más mínima imperfección.

“Los italianos dejaron un legado cultural que, con el tiempo, se ha hecho tan nuestro como italiano en su origen y que hoy forma parte indisoluble de nuestro patrimonio. Muchas de esas obras han corrido la peor de las suertes: la demolición o las 'renovaciones' sin criterio”, detalla Tartarini.

Las casas que llevan la firma de Maronna forman parte de ese legado. Viviendas que se deben cuidar y proteger, conocer y disfrutar; que no necesitan ninguna declaración formal para entender que por calidad, tipología y resolución forman parte relevante de la historia de la ciudad.

El socio Nº 1 de la cooperativa del pan

Si intensa fue la actividad de Maronna como constructor, no fue menos la desplegada desde el punto de vista social y político. Afiliado al partido socialista, en la década del 30 formó parte del grupo de trabajo que acompañó a Agustín de Arrieta en sus dos mandatos como jefe comunal electo, desempeñando la tarea de inspector general de la comuna. Además, fue parte de distintas asociaciones relacionadas con su tierra natal, entre ellas el Centro Liberal Italiano y la Asociación Italia Libre, e integrante de la Comisión Directiva del Centro de ingenieros, arquitectos, constructores de obras y anexos de nuestra ciudad.

Pero quizá uno de sus logros más significativos fue el de acompañar a Juan Atella, un trabajador del ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste y padre de su novia, en la puesta en marcha de un horno para la elaboración de pan, un emprendimiento sin fines de lucro, organizado con la figura de una cooperativa, buscando mejorar la situación de los trabajadores frente al elevado precio con que esa mercadería se comercializaba en la ciudad.

El primero de mayo de 1920 se hizo la primera horneada y unos meses después, el 31 de octubre, en reunión presidida por el propio Maronna se dejó conformada la “Cooperativa Obrera, Molinera, Panadera y Anexos”, con la participación de 173 asociados. Maronna se hizo acreedor del carnet Nº 1. Ese modesto emprendimiento fue el origen de la actual Cooperativa Obrera Limitada de Consumo y Vivienda, la segunda en importancia en Latinoamérica, con 134 sucursales y 2,2 millones de socios.


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