Noviembre-Diciembre 2022 - Año XXXII
Al Borde

La casa Chorizo: una tipología que suma encanto, diseño y nostalgia

por Ing. Mario Minervino - @mrminervino1

“Yo camino y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel”. Jorge Luis Borges.

No deja de ser maravilloso para los habitantes de muchas ciudades del país recorrer distintos barrios, o el mismo centro, para descubrir la existencia o supervivencia de las míticas “casa chorizo”; una tipología de vivienda familiar que tuvo amplio desarrollo a principios del siglo XX y que fácilmente se relacionan con las casas de nuestros padres o abuelos, a partir de una forma que se repetía como sacado de un único molde y que generaba espacios habitables y al aire libre que tomaban un marcado y reconocible carácter.

Asimismo es llamativo que muchas de estas viviendas, también llamadas “casas de gringo”, hayan sobrevivido al paso del tiempo, que la aparición de nuevas construcciones no las haya borrado por completo del paisaje urbano para sacar provecho de los terrenos que ocupan. Acaso, en parte, la explicación está dada en que este tipo de viviendas se desarrolló casi de manera exclusiva en terrenos de apenas 8,66 metros de frente (10 varas), resultado de la división realizada en la manzana para obtener la mayor renta posible.

Al momento de ubicar una vivienda en un terreno de estas características, la decisión de recostar la obra sobre una de las medianeras, sin ocupar todo el ancho del lote, generando un patio lateral y otro en el fondo, dio lugar a esta tipología que se repetiría de manera constante y que, en algún momento, se la bautizó “casa chorizo”, supuestamente en referencia a la alineación de sus habitaciones de manera corrida, como una riestra de chorizos.

La forma

La casa chorizo es definida por algunos estudiosos como “una modalidad de casa de patios”, una tipología propia de la época colonial donde la vivienda se desarrollaba alrededor de un patio central. La casa chorizo se genera a conforma con una hilera de habitaciones apoyadas sobre una de las medianeras, las cuales son acompañadas por una galería y un patio lateral. Cada habitación tiene una puerta hacia esa galería, a través de la cual se transita hacia la parte trasera, donde se ubicaba el comedor, la cocina y el baño. Esa galería podía ser abierta o cerrada, generalmente, con grandes paños vidriados.

Entre esas habitaciones existía también una comunicación interna, mediante una fila de puertas que permitían una circulación interior entre los locales. Entre la galería y la otra medianera quedaba configurado un patio para el desarrollo de las actividades sociales de la casa. Al fondo, formando una L con esta tira, aparecían los locales de cocina y comedor, que no ocupaban todo el ancho del terreno sino que dejaban una puerta o pasillo para pasar al patio de fondo, lugar que se usaba para el gallinero y la huerta, infaltables en estas casas de principios del siglo XX.

La altura, profundidad y tamaño de las habitaciones eran variables. La sala de frente y el comedor eran espacios más amplios y, junto con los dormitorios, con una altura de hasta 4,5 metros. Los locales de servicios (baño, cocina, cuarto de servicio) alcanzaban los 3,50 m.

Flexible, pensada para crecer

No existe un único modelo de casa chorizo, aunque la alineación de sus habitaciones sobre la medianera y la galería perimetral son siempre los elementos presentes.

Las casas chorizo retiradas de la línea municipal, con un patio delantero y la galería abierta son claramente identificables y conforman el inicio de una obra que aspira a un crecimiento. Por eso existen los modelos que fueron evolucionando cuando sus propietarios pudieron ir ampliando el proyecto original.

La evolución de la casa se relaciona con el progreso de su habitante, que comienza por la edificación de las piezas, una cocina precaria y un retrete en el fondo ligado a un pozo. En esa primera etapa la relación con la calle se establece a partir de un muro de cerco sobre la línea municipal y el patio al frente que se deja para un posterior crecimiento.

Una posible segunda etapa es la construcción de un local sobre el frente, para alojar la sala de estar y el cierre de la galería externa a las habitaciones y la cocina comedor cerrando el patio lateral. La sala tiene un papel clave, donde se coloca la decoración más cuidada porque se convierte en lugar de recibo de las visitas. Con la sala aparece el mítico zaguán, un lugar intermedio entre el exterior y el interior, y que sirve como filtro hacia las zonas más privadas y la sala.

Cuando se logra construir una sala sobre el frente, aparece entonces una fachada sobre la línea municipal, la cual permite, además, adoptar distintos estilos que también manifiestan el nivel social del propietario, desde el Neorrenacimiento al Art Déco. Este esquema de finalización de la tipología no se da en todos los casos.

Esta posibilidad de crecimiento alentó la popularidad de la tipología, adecuada además para una conformación familiar de una época que solía incluir a varios componentes, como: padres, hijos, tíos, abuelos y hasta sirvientes. Ese modelo, también impulsó la creación de barrios creados para permitir a la clase obrera acceder, en cómodas cuotas, a la compra de lotes de 8,66 metros de ancho, cuyos adquirentes construían su vivienda recurriendo a este esquema, definido y simple de materializar.

A ello debe sumársele la llegada masiva de inmigrantes, para los cuales se establece la política de facilitarles el acceso a la vivienda para asegurar su permanencia. Por último, un elemento que impulsa el auge de las casas chorizo es la crisis del conventillo, un modo de hábitat popular que, poco a poco, pasa a ser muy cuestionado por su hacinamiento, la promiscuidad que genera y el alto valor de la renta.

Vida, muerte y resurrección

El auge de las casas chorizo se produce durante el período 1870-1930, aunque en el caso de Bahía Blanca el mismo se relaciona con el inicio del siglo XX. Más allá de su aceptación y multiplicación, este modelo de vivienda comienza a ser cuestionado por higienistas y reformadores sociales, con el argumento de que su conformación abierta favorece a la promiscuidad y la ausencia de privacidad. Nuevos modelos de organización comienzan a ganar terreno porque, además, la familia moderna implica un cambio en la forma del habitar, a partir de contar con una unidad mayor de la vida familiar. Por eso es que urbanistas, políticos, prensa, organismos estatales y asociaciones civiles se encargan de desacreditarlas, considerando su falta de unidad, la imposibilidad de adaptarse a los nuevos enseres domésticos e incluso que locales, como la cocina y el baño, pasan a ser parte integral de la vivienda.

Y si bien otros modelos van a desplazar a la casa chorizo, lejos estaba de desaparecer de la memoria colectiva. A fines de 1970, con la perspectiva que da el paso del tiempo, aparece una nueva mirada sobre la casa chorizo, que destaca su coherencia tipológica y constructiva además de su aporte a una suerte de poética del suburbio, una valorización nostálgica de la casa, un símbolo de otros tiempos, del barrio. Por eso se potencia el reciclaje, con la incorporación de los servicios, la apertura de vanos de luz y ampliaciones en altura y las paredes desnudas de revoques. Es así que la casa chorizo vuelve a ser protagonista, desaparecido el espíritu de vivir en departamentos y la preferencia de las familias de volver a la casa, al patio, al barrio.

Retomando el primer párrafo de esta nota: gratifica caminar la ciudad y encontrar esta tipología presente en la trama urbana. Con fachadas sobre la línea municipal, con patios delanteros con naranjos, con puertas con vidrios de colores. Una tipología que lleva a los tiempos de los abuelos, de las sillas en las veredas, de los vecinos conocidos, de la nostalgia bien entendida.


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