El desarrollo y la rápida difusión de las tecnologías de la información han permitido conectar comunidades y organizaciones más allá de las fronteras geográficas, haciendo posible que millones de personas puedan relacionarse en tiempo real. Este proceso de globalización, de alguna manera, ha erosionado el sentido de pertenencia a una sociedad ubicada en un territorio concreto y vinculada por un idioma, una historia y un destino comunes.
Hoy es posible llegar a todos los rincones del planeta y compartir costumbres, valores, mentalidades, creencias, gustos, comidas o modas de cualquier parte del mundo. La diversidad impregnó todos los ámbitos de la vida y se está convirtiendo en norma también en la oficina.
Pero la diversidad en el lugar de trabajo no sólo es consecuencia de la globalización; también es un reflejo de la variación demográfica, producto de una mejor expectativa de vida, del ingreso de las jóvenes generaciones al mercado laboral (que han traído consigo nuevos valores y hábitos culturales), de la mayor participación de la mujer y del aumento de los movimientos migratorios, entre otros aspectos.
Dados los efectos incontenibles de estos cambios, la diversidad de la fuerza laboral es una tendencia que continuará durante mucho tiempo. Subestimar o ignorar sus consecuencias puede afectar no solo la productividad sino también el desempeño general de la empresa.
Para que una compañía prospere en este nuevo mundo plural debe desplegar una cultura que apoye la integración y la participación de todas las personas. De esta forma, conseguirá atraer, retener y desarrollar una fuerza de trabajo heterogénea cuya sinergia producirá un alto valor agregado. No obstante no hay que perder de vista que la diversidad es un arma de doble filo: cuando está bien gestionada puede ser una ventaja competitiva; mal tratada es una fuente de conflictos.
La diversidad y la inclusión son conceptos diferentes, aunque están íntimamente relacionados. Esto significa que las organizaciones deben tener en cuenta tanto las barreras físicas del espacio de trabajo como la cultura de la empresa.
El concepto de diversidad abarca todas aquellas diferencias que nos hacen únicos, tales como la etnia, el género, la orientación sexual, el estatus socio-económico, la edad, las habilidades y condiciones de salud físicas y mentales, la neurodiversidad, las creencias religiosas, la nacionalidad, el idioma, etc.
Mientras que la diversidad se basa en reconocer la diferencia, junto con el beneficio de tener una variedad de perspectivas frente a la amplitud de desafíos que se deben enfrentar en los negocios, la inclusión valora y abraza esas diferencias para que todos puedan prosperar en el trabajo.
En un ambiente de trabajo inclusivo, las personas sienten que su contribución es significativa, más allá de su identidad o sus circunstancias. Pero la diversidad sin inclusión puede traducirse en desigualdad, cuando las condiciones que nos hacen únicos se convierten en factores de desventaja, de vulnerabilidad o de riesgo.
De acuerdo con un informe del Chartered Institute of Personnel and Development del Reino Unido, la inclusión en el lugar de trabajo se define de diversas formas, y puede entenderse tanto desde una perspectiva organizacional como individual.
A nivel individual, la inclusión laboral provoca en las personas sentimientos de pertenencia y de ser valoradas por las propias habilidades. Ésto ayuda a mejorar los resultados, reduce el ausentismo, estimula el compromiso y crea un clima saludable y cordial.
A nivel organizacional, la inclusión laboral implica que la empresa valora la diferencia de sus empleados, permitiendo que todos, sin distinción alguna, tengan las mismas oportunidades de desarrollarse.
Contar con una fuerza de trabajo heterogénea hará necesario realizar diferentes tipos de ajustes para crear un lugar laboral inclusivo. Estas barreras pueden surgir del entorno físico (puestos de trabajo inadecuados, desniveles, amplitud de las puertas y áreas de circulación), de las políticas de la empresa (horarios flexibles, empleo remoto) o de las actitudes de la gerencia y de los compañeros (estereotipos de género, prejuicios raciales o religiosos).
La Organización Internacional del Trabajo promueve la aplicación de cambios en las empresas que sean apropiados y necesarios para su adaptación a las características particulares de un trabajador (o de un grupo de trabajadores), de manera que pueda gozar de los mismos derechos que los demás. A menudo, estas intervenciones suponen un costo mínimo o nulo, pero aportan muchos beneficios, tanto al empleador como al empleado.
A continuación se enumeran algunos ejemplos de medidas que pueden adoptarse para aumentar el carácter inclusivo de la cultura organizacional:
Brindar un entorno físico accesible. Esto implica eliminar las barreras físicas para todos los trabajadores, lo cual incluye el acceso a baños adecuados para personas con discapacidad, con necesidades médicas especiales y de la comunidad transgénero.
Crear salas de lactancia. Esto tiene muchos beneficios, tanto para las madres, que pueden reintegrarse más rápido al trabajo, como para las empresas. Las trabajadoras se sienten contenidas, aumentan la productividad y se registra menos ausentismo y mayor compromiso.
Ofrecer guarderías en el lugar de trabajo o prestar apoyo a los trabajadores para que puedan acceder al cuidado de los hijos.
Brindar flexibilidad. Se trata de un instrumento esencial para la inclusión y, para algunos, puede significar la diferencia entre trabajar y no hacerlo. Los arreglos flexibles permiten el balance entre la vida laboral y las responsabilidades familiares, al mismo tiempo que incluye a los trabajadores con algún tipo de discapacidad o enfermedad crónica.
Ofrecer variedad de comidas y bebidas atendiendo a diferentes requisitos dietéticos. Éstos podrían ser de carácter religioso (no ingerir determinadas carnes) o de salud (celiaquía, alergias, etc.).
Crear espacios silenciosos y privados para quienes deseen cumplir con sus obligaciones religiosas o para los trabajadores que necesiten un ambiente calmo para relajarse, meditar, etc.
Educar y formar a las personas para reducir los sesgos personales, los prejuicios, la discriminación y los estereotipos, fomentando la empatía como valor de la cultura organizacional.
Capacitar a los líderes. La inclusión no ocurrirá sin la cooperación de todos en la organización y los gerentes tienen una gran influencia en cómo se llevan a cabo estas iniciativas.
Sin mencionar el hecho fundamental de que se trata de una actitud moral y socialmente responsable, los principales beneficios de la diversidad y la inclusión en el lugar de trabajo son muy alentadores:
La inclusión laboral no es solamente un tema de equidad sino también de productividad. Incluir otras perspectivas en la cultura organizacional puede mejorar el ambiente de trabajo, el rendimiento de la organización y la calidad de los productos y servicios.