Una capilla hundida en la tierra
Ubicada en Chicxulub, México, y de apenas 65 m², la llamada Capilla de la Tierra se ubica enterrada, en el límite entre un desarrollo habitacional campestre y un pueblo de Yucatán.
Sin querer imponer un hito religioso centro del desarrollo habitacional pero sí un punto de encuentro para sus residentes, la capilla desaparece del paisaje actuando como un elemento limítrofe entre esos dos territorios.
La obra nació del deseo del desarrollador de dar servicio a una comunidad con diferentes creencias, creando un lugar de reflexión, silencio y oración, en contacto con la naturaleza.
El acceso está precedido por un marco de hormigón que anticipa una caminata en una pendiente poco pronunciada y escoltada con árboles. Un camino que parece llevar a la profundidad de la tierra, con sus paredes expuestas en las cuales las texturas naturales invaden las ranuras.
Terminado ese recorrido aparece una losa de lado a lado de las paredes, como un plano que se asienta en los muros, y una bóveda de medio punto que hace referencia a las iglesias coloniales.
Dos filas de bancos estrechan el camino al Altar, ubicado en una especie de caverna con una bóveda abierta al cielo. Al final se encuentra un cuerpo de agua, haciendo referencia a los cenotes que se forman como parte de algún río subterráneo de la península.
La Capilla fue diseñada para ser interpretada libremente, sin imponer una lección de espacio. Sólo dos elementos se imponen en el contexto: el marco de la entrada, una reinterpretación del atrio, y una cruz calada en placas de concreto que identifican la vocación del espacio.