Octubre 2019 - Año XXVII
Al borde de la línea

Hierro sobre el agua

por Ing. Mario R. Minervino

Se cumplen 25 años de la inauguración del Paseo de las Esculturas de Bahía Blanca, uno de los espacios verdes más exitosos de la ciudad y que en gran medida ayudó a modificar usos y costumbres de los bahienses, que encontraron así un lugar adecuado para las actividades físicas, para el disfrute de caminar y para el encuentro.

El principio

El Paseo de las Esculturas fue el primer espacio público que se creó sobre el entubado del arroyo Napostá, luego de una discusión que comenzó pensando a esa obra hídrica como una suerte de avenida de enlace, desde calle Casanova hasta Estados Unidos y Brown.

Luego de concluir sobre lo inviable de esa propuesta vial se propuso intervenir sobre la losa del conducto existente entre Casanova y Sarmiento, generando un paseo lineal bordeado por dos avenidas, Fuerte
Argentino y Urquiza.

Aceptada la propuesta, las áreas de planeamiento del municipio propusieron el diseño del lugar. La idea era generar un espacio que se caracterizaría por un uso deportivo, al punto que incluía canchas de tenis y de paddle. Sin embargo, un gesto inesperado modificó ese primer planteo para generar un paseo de características únicas.

El simposio

Unos meses antes de proyectarse el paseo sobre el entubado tuvo lugar en la ciudad un hecho artístico de características inéditas. Por iniciativa del Museo de Arte Contemporáneo, dirigido por el arquitecto Andrés Duprat, se organizó el Primer Simposio de Escultura Monumental.

La propuesta consistió en invitar a diez escultores para que, en una semana de trabajo, realizaran una escultura cada uno, utilizando el material ferroviario de rezago existente en terrenos del ex ferrocarril Noroeste, en calle Brickman, a pocos metros del puente de la av. Colón.

No se trataba de un concurso sino que la municipalidad adquiría cada obra a un valor preacordado, con la idea de colocarlas luego en distintos espacios
de la ciudad.

La respuesta de los artistas fue inmediata y en octubre de 1993 todos estaban trabajando en los terrenos mencionados, eligiendo piezas de hierro, diseñando formas, soldando y cortando metal.

El encuentro fue público, había alumnos del Colegio La Piedad ayudando, obreros municipales moviendo el hierro, visitas guiadas y un clima general de entusiasmo y trabajo que generaban los artistas y la gente.

En una semana cada escultor –ocho de Buenos Aires, dos de Bahía Blanca– había completado su obra, algunas más expresivas, otras abstractas. Unas oxidadas, otras pintadas, una de tinte ferroviario, otras portuarias, unas más poéticas, otras menos expresivas.

Pero, apagadas las luces del encuentro, las obras quedaron en el sitio, a la espera de un destino todavía no definido, con la sugerencia de los artistas de que lo ideal era asignarles un único espacio de emplazamiento. La inquietud estaba, no la respuesta. Hasta que el paseo pensado sobre el Napostá y el resultado del simposio se encontraron.

Cambia, todo cambia

El arquitecto Horacio Miglierina tenía terminado su diseño del paseo sobre el entubado cuando se hizo presente la posibilidad de disponer de esas esculturas sin destino. Una charla con Duprat alcanzó para definir la situación. “Llevalas todas” les dijo quien hoy es director del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires.

Miglierina entendió entonces que tenía una oportunidad única: generar un paseo público con una oferta de arte, un recorrido lineal que podía disponer de obras singulares, producto de material ferroviario –tan relacionado con la historia local–, de una escala por demás apropiada y de un significativo valor artístico.

Llegó así a otro trazado. El paseo tendría una vereda central diseñada por la artista Cecilia Miconi, un trabajo plástico con textura, forma y color, y las esculturas distribuidas en todo el recorrido, visibles y accesibles. El arte saliendo de museos y salas de exposiciones para ser protagonista en un espacio público.

Definido el diseño, el trabajo demandó unos pocos meses, incluyendo una adecuada forestación complementada con bancos y luminarias. La ciudad había cambiado un tramo de entubado por un paseo. Quedaba por ver la respuesta de la gente, única medida válida para evaluar su éxito o fracaso.

Todos por el entubado

El entubado del arroyo Napostá suele ser una obra de fácil crítica. “Debemos ser la única ciudad del mundo que esconde un curso de agua”, se suele mencionar.

Lo cierto es que en la década de 1960 fueron los vecinos y sociedades de fomento los que se pusieron al frente de ese pedido, con el argumento de poner punto final al grado de suciedad que presentaba el curso de agua, la falta de cuidado y mantenimiento y el ser usado por varias industrias para el volcado de sus efluentes.

Cuando en 1964 el intendente Federico Baeza formalizó el pedido de la obra ante el gobierno provincial, el mismo contaba con el visto bueno de todos los habitantes de los barrios aledaños al curso de agua.

Ese apoyo se mantuvo en 1978, gobierno de Víctor J.M. Puente, cuando la obra se puso en marcha. La única visión distinta sobre el tema lo había dado la denominada misión 40 de la OEA en 1960, que planteó la necesidad de canalizar el arroyo, “creando cursos de agua paisajizados , zonas de esparcimiento y mejoramiento del seco micro clima bahiense”.

El arte

Diez son las esculturas. Todas fueron ubicadas sobre el suelo, con algún trabajo mínimo de fundación y la supervisión de los escultores y la comuna. Los nombres: "De lo Seco a lo Verde. De lo Verde a lo Seco" (de Patricia Landen); "Quo Vadis, Donde Vas" (Edgardo Madanes); "Todo es Elástico" (Mariana Schapiro); "Flecha y Arco" (Pájaro Gómez); "La Portuaria" (Bastón Díaz); "Huellas” (Claudia Aranovich); "Elemento". (Danilo Danziger); "Interacción" (Hugo Pisani); "Formas de Seducción" (Rodolfo Nardi) y "Ojival" (Fortunato Jorge).

Inaugurado, el paseo fue sensación. De varias maneras. Primero se convirtió en un enlace entre el centro, desde calle Sarmiento, hasta un sector de gran potencial, pero completamente ignorado como era la ribera del arroyo, entre Casanova y el parque de Mayo.

De a poco la municipalidad comenzó a poner en valor esa franja de terreno, hoy una de las de mayor valor paisajístico de la ciudad y con una concurrencia diaria de gente de todas las edades.

La continuidad lineal entre el Paseo de las Esculturas y la ribera conduce de manera casi casual al Parque de Mayo. Una consecuencia posterior a ese flujo de gente fue la creación del Paseo de la Mujer, a fines de la década de 1990, utilizando la franja central de tierra del nunca construido Camino de Cintura. El Paseo de las Esculturas abrió un recorrido adoptado por caminantes y paseantes, con una continuidad de cientos de metros de igual o superior calidad.

A poco de su inauguración, el Paseo de las Esculturas sumó una fuente, particular por su diseño a nivel de piso. De planta circular y con ochos chorros de agua, fue el elemento que consolidó el lugar. Porque la presencia de agua potencia los espacios y porque el Napostá de alguna manera se hacía presente, a pesar de que el agua proviene de una cisterna a partir de la cual se recicla por bombeo.

El presente

A 25 años de su ejecución el Paseo de las Esculturas sigue con vida, a pesar de haber sido cuestionadas varias intervenciones de una pretendida “puesta en valor”.

La más dañina ha sido el cercado de algunas obras, una intervención de carácter “preventivo”, según se indicó, que carece de sentido desde el momento que antes de su ejecución se intervinieron las esculturas con refuerzos a partir de un estudio realizado por la Universidad Tecnológica Nacional.

Así como ninguna de las esculturas tuvo manifestaciones de riesgo en su estabilidad, menos aún las tiene desde la ejecución de esas bases y refuerzos.

Tampoco tiene lógica ni justificación la construcción de grandes bases de hormigón en esculturas como “Todo es Elástico”, que ha quedado completamente desvirtuada de su concepción original.

Se demolió, además, la vereda original y se reemplazó por una más ancha (más cemento, menos verde), sin tratamiento plástico alguno. Tampoco funciona, desde hace dos años, la fuente, es decir que es seca por su piso y por su falta de agua. Las razones de esa falla son de carácter mecánico –las bombas, las cañerías– aunque el municipio ha elegido el silencio a la hora de explicar la situación, como si el lugar fuese propiedad privada antes que pública.

A pesar de estas situaciones, el Paseo de las Esculturas mantiene su esencia. Ha permitido generar espacios públicos adicionales de altísimo valor que han servido para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Es, además, un ejemplo de incorporación del arte en el espacio público y de una sana apropiación vecinal. Se ha ganado, sin dudas, la mejor de las consideraciones y la necesidad de que cada intervención sea pensada, discutida y consensuada.

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