El sitio de la construcción del sur argentino
Indice Revista
- Universidad Provincial del Sudoeste Bonaerense. Edificio de la sede administrativa
- Fideicomiso “Terrazas Golf”
- Las escaleras y su rol protagónico en la construcción
- Los cambios en los baños a través del tiempo
- Trabajos modernos para generaciones actuales
- Luis Luiggi: el ingeniero que llegó a buen puerto
- Azulejos sustentables hechos de “lana de madera”
Noticias y Novedades
- Andhra Pradesh: nueva propuesta urbana
- Como un iceberg, un Museo de la Segunda Guerra Mundial
- El río Magdalena, cada día más cerca
- Un juguete urbano, con agua y rampas
- El futuro levanta vuelo
- Esquiar sobre un galpón con residuos
- El puente del arco iris
- Cubos sobre la ruta
- La Roja, una casa llamativa
- Una pasarela que genera movimiento
- La noche está estrellada
- Open House Rosario 2018
- Los colores de una casa
Luis Luiggi: el ingeniero que llegó a buen puerto
Los edificios religiosos, en la historia de la arquitectura, siempre representaron desafíos y avances. A principios del siglo XX un puñado de obras continúa sacudiendo las bases, aún cuando sus creadores no creían en dios.
En 1895, un experimentado ingeniero civil italiano de 40 años de edad, llegó a la Argentina enviado por el gobierno de Italia para colaborar en el diseño de un Puerto Militar, obra considerada clave para atender las necesidades de la flota nacional ante cualquier eventual conflicto bélico.
Se trataba de Luigi Luiggi, nativo de Génova, experimentado en cuestiones portuarias. Apenas llegado se reunió con el ministro de Guerra, el también ingeniero civil Guillermo Villanueva, quien le confió la primera tarea relacionada con la obra: elegir el lugar de emplazamiento más conveniente para ese puerto. “Vaya y vea”, le dijo a Luiggi, quien de inmediato viajó al sur para reconocer la costa y evaluar sus condiciones.
El profesional recorrió la zona de Bahía Blanca, señalada por algunos entendidos como la más ventajosa, sin quedar convencido de sus condiciones, por lo cual siguió viaje hasta el extremo sur de la Patagonia. Pero allí encontró un panorama desalentador. “Todo es peor”, señaló.
En febrero de 1896 la decisión sobre el sitio más ventajoso estaba tomada y Villanueva recibió una meticulosa memoria técnica de 300 páginas, dando cuenta de las ventajas del lugar conocido como Punta Alta, a pocos kilómetros de Bahía Blanca. No hubo mucho para discutir. En febrero de ese año el Congreso aprobó la construcción y el lugar.
El Puerto Militar estaba más cerca: sólo faltaban un proyecto, un presupuesto, los pliegos de obra, un proyectista y un director. Luiggi había demostrado su capacidad; era, sin dudas, el hombre indicado para esa tarea. Por eso rápidamente el gobierno le encargó realizar ese trabajo.
La obra
Contratado como proyectista y director general de las obras del Puerto Militar en Bahía Blanca, Luiggi sabía que los siguientes años de su vida serían en nuestro país. Por eso llamó a su mujer, la inglesa Annie East, para que comenzara a preparar todo para mudarse a un lugar que si de algo carecía era de encanto: una zona de médanos y viento, de vacío y soledad, donde todo estaba por hacer. “Había dos sauces en el rancho del cacique Linares y unas cinas-cinas en el de Ancalao. Eso era todo”, recordaría años después.
Entretanto, comenzó su tarea como proyectista, al amparo de su experiencia teórica, luego de pasar dos años en Inglaterra estudiando puertos y faros, y práctica, tras ocuparse de la modernización del puerto de Génova —donde diseñó dos diques de carena—, y de ejercer como jefe de los puertos de Toscana, trabajando, además, en la ampliación de los puertos de Liorna y Spezia.
Un año necesitó Luiggi para completar la documentación que permitió convocar, en 1897, a licitación internacional para el puerto Militar, ganada por la firma holandesa de los ingenieros Dirks & Dates, asociados para este caso con Van Haaren. La empresa quedaría vinculada a la realización de varias construcciones en nuestro país, por caso los desagües de Buenos Aires, la construcción del Ferrocarril de La Plata al Meridiano V, el Puerto de Santa Fé, el dragado de los ríos Uruguay y Paraná, y los muelles del Mercado Central de Frutos en Barracas.
El 2 de julio de 1898 se hincó el primer pilote. La fecha es por demás significativa: la ciudad de Punta Alta la adoptó como fundacional, cuando ni siquiera su planta urbana estaba trazada en un plano.
En medio de la nada, fijando médanos, plantando miles y miles de árboles, buscando agua, construyendo instalaciones, trazando vías férreas y trabajando a destajo, la construcción avanzó a paso firme.
En marzo de 1902 el acorazado Garibaldi, uno de los nueve que poseía la Armada, ingresó al dique de carena, llevando a bordo al presidente de la Nación, Julio Argentino Roca. Fue la inauguración oficial del complejo. Para entonces Luiggi se había convertido en una verdadera celebridad.
Cuando en 1903 se hizo la recepción de los trabajos, se habían gastado 9,8 millones de pesos, 200 mil menos que el presupuesto establecido cinco años antes. “Un caso rarísimo y milagroso”, destacó la revista Caras y Caretas, al referir que lo usual en el país es que las obras terminarán costando mucho más de lo planeado.
En 1904 Luiggi realizó su última tarea relacionada con el puerto: definir la ubicación del faro que serviría para guiar a los buques. Luego de recorrer la costa y descartar el histórico lugar donde funcionaba una elemental farola –en el accidente denominado Monte Hermoso-, eligió el accidente llamado Punta Catanga. Allí ubicó un faro metálico de 69 metros de alto, adquirido a empresas de París, y que la gente seguiría llamado faro de Monte Hermoso, a pesar de ya no ocupar aquel lugar. Su luz comenzó a funcionar en 1906. Doce años después, en 1912, se emplazó a pocos metros un gran hotel de madera, origen de la ciudad balnearia de Monte Hermoso.
Los primeros días de 1905 Luiggi recibió la notificación del gobierno argentino de que el 31 de marzo quedaba extinguido su contrato. Fue el final de su relación con el país, dejando una obra de ingeniería como existen pocas en el mundo y acaso la única con su firma que se mantiene intacta, ya que la totalidad de sus trabajos en Europa y Egipto resultaron afectados por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Detalles de la construcción
El puerto Militar es una obra de ingeniería de altísima complejidad, con decenas de obras civiles, de saneamiento y paisajísticas.
Tiene un canal de acceso de 3 kilómetros de largo y 100 metros de ancho, con varios muros de atraque y muelles de distinto calado, además de grúas, vías, galpones, talleres, tanques e instalaciones complementarias.
El dique de carena Nº 1, el que diseñó Luiggi, tiene 222 metros de largo y 27 de ancho de entrada, con cuatro compuertas, tres de ellas flotantes. Al momento de su construcción, el contrato establecía que su estanqueidad debía ser tal que no registrara fugas de agua de más de 5 m3 por hora, caso contrario, la empresa sería multada con mil pesos oro por cada m3 adicional de fuga de agua.
Sus paredes y pisos fueron realizados en hormigón, teniendo la platea un espesor de entre 2,50 y 4,00 metros, revestidos con adoquines de granito provenientes de Tandil.
Junto al dique se encontraba la sala de bombas, la cual permitía retirar el agua en menos de 3 horas. Cinco calderas alemanas suministraban la potencia a dos máquinas de 450 HP.
Al inaugurarse, el puerto contaba con su hospital, la torre de señales y varias obras fijas defensivas. Con el tiempo sumaría un segundo dique, un gran hotel, una capilla y decenas de obras complementarias.
De regreso, Luiggi
Luiggi regresó a Italia en 1905 y de inmediato recibió ofertas de trabajo. En 1906 asumió como Inspector General del Real Cuerpo de Ingenieros Civiles de Italia y se sumó al consejo del directorio de los ferrocarriles del estado. Asesoró a decenas de gobiernos en obras portuarias y visitó varios países para dar charlas.
Regresó al país en dos ocasiones. En 1910, en representación del gobierno italiano en los festejos del centenario de la Revolución de Mayo, y en 1928, ya designado senador vitalicio del reino de Italia. En ambas ocasiones visitó Bahía Blanca y el puerto de Punta Alta. También pudo compartir tiempo con su hermana Marcelina, que había trabajado con él y a quien el amor retuvo para siempre en esta tierra: en 1906 se casó con Settimio Frachinetti, quien se desempeñaba como dibujante en las oficinas técnicas. Esa unión dio lugar a una tradicional familia bahiense, cuyos descendientes siguen siendo parte de esa comunidad.
Luiggi tenía su casa familiar en Roma. Los últimos días de enero de 1931, luego de recorrer la capital italiana con un amigo, advirtió que las plantas de su jardín ya manifestaban la llegada de la primavera. Le dijo entonces a su acompañante: “No entremos, quedémonos en el jardín”. Fueron sus últimas palabras. Un accidente cerebrovascular lo dejó en coma. Falleció cinco días después, el 1º de febrero de 1931.