El sitio de la construcción del sur argentino

Febrero 2015 - Año XXV
Editorial

Mitos y verdades sobre los roles del Estado y el mercado

por Ing. Ricardo R. Kloster - Director
A

menudo escuchamos frases y eslogans que afirman que para que se produzca un desarrollo tecnológico e innovador es necesario que el Estado asegure un marco normativo y deje a las inversiones privadas o “el mercado” el manejo de áreas vinculadas con distintas actividades cotidianas -servicios, obras, comunicaciones, etc.- Este discurso da por hecho el rol burocrático del Estado, sin iniciativa ni expectativas por parte de sus funcionarios o empleados, y la natural vocación de crecimiento del mercado, que derramará los beneficios hacia la comunidad.

Esta forma de analizar la realidad fue el eje de la política gubernamental de la década menemista, en donde el gobierno de turno entregó el control de distintas áreas -muchas de ellas estratégicas- a empresas o grupos económicos, en pos de lograr una mayor eficiencia y competitividad. Lo cierto es que la mayoría de los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas fueron obtenidas desde el sector público, siendo el Estado el que corrió con los riesgos y los privados quienes se quedaron con los beneficios.

Estas políticas son impuestas por los distintos organismos internacionales financieros a los países en vías de desarrollo, exigiéndoles que tengan una baja relación deuda/producto bruto interno (PIB), sin analizar cómo está compuesto este último indicador económico. Hacen hincapié en la reducción de gastos, en bajar los salarios, en controlar los sindicatos y en no permitir que los estados creen nuevas oportunidades de crecimiento tecnológico, que le generen a largo plazo un crecimiento de su PIB y alcancen una independencia económica que brinden mayores beneficios a sus poblaciones.

Entramos en el último año de mandato del gobierno kirchnerista, iniciado en 2003, en el cual hemos visto cómo se ha recuperado el rol del estado en numerosas áreas estratégicas. Hace pocas semanas asistimos al lanzamiento del primer satélite argentino -el ARSAT -1-, un desarrollo íntegramente estatal que permite que seamos parte del reducido número de países que poseen esta tecnología. Esta noticia, que debería enorgullecernos, no ha tenido el debido reconocimiento por parte de la mayoría de la población que, seguramente, jamás imaginó que pudiéramos alcanzar tal logro.

A medida que nos acercamos a las elecciones que renovarán gran parte de las autoridades de nuestro país, entre ellas a quienes nos gobernarán durante los próximos 4 años, será importante que analicemos en profundidad cuál es la propuesta de cada partido o frente político que se presente y cuál es el rol que piensa asignarle al Estado durante su gestión. No sea cosa que por falta de compromiso ciudadano desandemos un camino ya recorrido, perdiendo varias de las reconocidas conquistas sociales, económicas, estratégicas e innovadoras alcanzadas durante los últimos años.

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