No sólo las obras construidas marcaron el camino y el desarrollo de la arquitectura a lo largo del tiempo. Hubo también proyectos, ideas y dibujos que no lograron ser materializados pero que en muchos casos sirvieron para insinuar ideas renovadoras, algunas revolucionarias, otras completamente inviables.
El siguiente es un resumido repaso de algunos de esos proyectos. La mayoría nunca abandonó el papel, otros se comenzaron pero apenas lograron avanzar. Los hay inspirados en el panteón romano, están los que a través de su monumentalidad buscaron transmitir ideales y figuras emblemáticas y también los que simplemente fueron parte de visiones o sueños utópicos.
Pudo haber sido el monumento más alto del mundo en su época, superando los 320 metros de la torre Eiffel, y haber puesto al paseo El Retiro de Madrid en el mapa de las grandes obras de la historia. Pero nunca logró pasar de la etapa de proyecto.
La obra fue diseñada por el arquitecto Alberto de Palacio para la Exposición Universal de Chicago de 1893. El profesional había trabajado con el mismísimo Gustav Eiffel -autor de la torre de París que lleva su nombre- por lo cual tenía amplia experiencia en el manejo del hierro y el vidrio, con la construcción incluso de varios palacios de cristal.
La temática de aquella exposición norteamericana era el cuarto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América y por eso se planteó construir una gran torre para conmemorar el acontecimiento. El proyecto presentado por Palacio resultó ganador del concurso convocado por los organizadores de la feria. Consistía en una gran esfera de 200 metros de diámetro -el planeta-, apoyado sobre una base de 100 metros, con lo que igualaba la altura de la Torre Eiffel. Pero Palacio buscaba superar ese tope y para eso había ideado rematar la obra con una réplica de carabela Santa María.
Más allá de la desilusión de que su propuesta no fuera materializada en Chicago, Palacio no abandonó el proyecto y propuso hacerlo en el parque madrileño o en la puerta de la estación Atocha.
Toda esta gran mole de acero se sustentaría sobre una cimentación de hormigón armado, para evitar el vuelco y contrarrestar los fuertes empujes del viento.
En la parte exterior brillarían los mares y los continentes, y el ecuador contaría con una galería-paseo con una vista de Madrid. La parte interior reproduciría la bóveda celeste en el momento del desembarco de Colón y en sus distintos pisos habría salas de conferencias, bibliotecas, museos, teatro, observatorios y colegios astronómicos, restaurantes y un gran hotel.
Otra obra monumental y esférica. Fue diseñada por Étienne-Louis Boullée en 1784 para servir como Cenotafio del físico Isaac Newton. Este monumento funerario representa uno de los iconos de la llamada arquitectura visionaria, una esfera de 150 metros de diámetro sobre una base circular. Aunque la estructura no se construyó nunca, los dibujos se conservan en la Biblioteca Nacional de Francia y su influencia fue enorme en su época, tanto por su escala como por sus formas geométricas puras, austeras, cargadas de simbolismo.
El edificio era una gran esfera que representa la Tierra y los descubrimientos de Newton, y su diseño evocaba al Panteón romano. Su acceso era a través de la base y, a pesar de su tamaño, sólo se ocupaba una pequeña zona de la misma.
La superficie de la esfera está perforada para que la luz del sol entre durante el día. Por la noche una fuente de luz artificial recreaba imagen diurna: la luz representaba a Newton, “iluminando el conocimiento de la humanidad”.
Desde el exterior solo se puede ver la mitad de la esfera, sostenida por dos cilindros. A lo largo de su perímetro, Boullée colocaba hileras de árboles. No hay libro de la historia de la arquitectura que no haga referencia a esta propuesta.
El 1915 el arquitecto Louis Faure Dujarric elaboró el proyecto que hubiese sido, por lejos, la obra más alta jamás construida por el hombre.
Con una altura de dos mil metros, propuso erigir una torre para servir a la defensa de París, a poco de iniciada la Primera Guerra Mundial. De carácter militar, la misma serviría para que los aviones despegaran a una altura adecuada para entrar en combate y permitía ubicar artillería antiaérea. Era un gran “campo de aviación vertical”, que contaba con una columna cónica y tres plataformas circulares, a 600, 1300 y 1800 metros de altura, con techo cónico y plataformas en voladizo.
El centro de la torre y la base albergarían una planta de energía que generaría corriente para la iluminación y el funcionamiento de motores auxiliares.
Como dato adicional, Dujarric había estado en Bahía Blanca en 1909, contratado por la municipalidad para desarrollar el primer plan de desarrollo urbano de la ciudad. Entre las propuestas que elevó a consideración de la comuna figuró la de ubicar el teatro municipal como remate de la avenida Alem, idea finalmente respetada.
El Palacio de los Soviets de Moscú es uno de los proyectos arquitectónicos inacabados más famosos de la historia, ideado para ser símbolo del socialismo y de un nuevo país.
La idea fue propuesta por Sergei Kirov en 1922, pero recién en 1931 se comenzó la obra. El palacio era un colosal edificio administrativo que alcanzaba los 415 metros de altura, coronado por una estatua de 100 metros del dirigente Vladimir Ilich Ulianov (Lenin).
La base tenía un ancho de 450 metros y un largo de 500. Uno de los salones interiores tenía una altura de cien metros y capacidad para 21 mil espectadores. Otra sala destinada a congresos contaba con 6 mil butacas.
Las obras comenzaron la primera mitad de la década de 1930, pero fue perdiendo vigor por la aparición de otros proyectos, por algunos problemas con los cimientos y, finalmente, por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El gobierno ruso renunció formalmente al proyecto recién en 1961. El foso de los cimientos sirvió para la construcción de la piscina Moskvá -en su momento la más grande del planeta- y en los '90 se utilizó parte de esas bases para la reconstrucción de la iglesia Cristo Salvador, demolida en 1931 para dar lugar al palacio.
A pocos metros de la Facultad de Derecho porteña, en el barrio de la Recoleta, están todavía bajo tierra los cimientos del Monumento al Descamisado, una obra diseñada y pensada por el presidente Juan Domingo Perón durante su segunda presidencia, en honor a los trabajadores.
Es lo único que se alcanzó a realizar de la obra durante los primeros meses de 1955. Para eso se completó un pozo de 140 metros de diámetro, iniciando la sustentación de una obra que, se dijo, superaría al “Coloso de Rodas”, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Perón participó de la ceremonia de puesta en marcha de los trabajos, colocando la primera cucharada de cemento. Para entonces, el escultor Leone Tommasi avanzaba con las primeras cinco esculturas que tendría el monumento, de 4,50 m de alto y 35 toneladas cada una.
La obra tenía una base circular de 100 metros de diámetro y en su perímetro se ubicarían 16 estatuas de mármol blanco alegóricas al Amor, la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.El monumento llegaría a los 137 metros de alto, con un pedestal de 70 metros como remate sobre el que se apoyaría la estatua de 61 metros de alto del descamisado, recubierta en cobre.
En el interior se ubicaría el mausoleo de Eva Duarte.
Habría, también, un gran salón -inspirado en el Panteón romano- con paredes de mármol, frisos y columnas, con una cúpula revestida de mosaicos y tan amplio que permitiera colocar la frase: “Hubo al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en realidades. De aquella mujer sólo sabemos que el Pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”.
Habría cuatro terrazas-miradores: la primera sobre la galería de estatuas; la segunda a la altura de la biblioteca; la tercera a nivel del salón superior y la cuarta detrás del Descamisado.
El remate de la obra era un fornido trabajador parado delante de un yunque, de camisa arremangada, desabrochada, con los puños apretados. Muchos aseguran que el rostro de la estatua era el del mismísimo Perón, “el primer trabajador”.
La Torre de Tatlín o el proyecto del Monumento a la Tercera Internacional fue un diseño del arquitecto ruso Vladimir Tatlín para ser erigido en San Petersburgo, después de la Revolución Bolchevique de 1917, como sede y monumento del Komintern.
La torre se construiría con materiales industriales: hierro, vidrio y acero, como símbolo de la modernidad. Su forma era de una doble hélice que subía en espiral hasta alcanzar los 400 metros de altura, alrededor de la cual se transportaba a los visitantes.
En el interior de esa espiral se ubicaban cuatro edificios de distintas formas geométricas, que rotarían a diferentes velocidades. En la base había un cubo destinado a conferencias y reuniones que cumplía con una rotación anual. Encima habría una pirámide que albergaría actividades ejecutivas y completaría una rotación una vez al mes. Por encima un cilindro como centro de información con una rotación diaria. En la parte superior, habría un hemisferio para equipos de radio.
Hay maquetas de esta torre en la Royal Academy de Londres, en el Moderna Museet de Estocolmo, Suecia y en el Centro Georges Pompidou en París.
Una de las obras más singulares jamás construidas es, sin dudas, el gran rascacielos que el arquitecto catalán Antonio Gaudí diseñó en 1908 para unos inversores norteamericanos, para albergar un hotel en Manhattan. El autor de la Sagrada Familia proyectó el Hotel Attraction, materializado con torres cónicas y una esfera en forma de estrella.
Gaudí lo diseñó para ser el más alto del mundo con una altura de 360 m, 25 años antes de que se materializaran rascacielos icónicos como el Chrysler y el Empire State.
El diseño planteaba un paraboloide al que se unían ocho cuerpos laterales de menor tamaño. El edificio contaría con cinco grandes salones superpuestos.
Los muros de la girola estaban reservados para grandes murales y los ventanales decorados con vidrieras de colores vivos. En la parte superior ubicó una linterna-mirador con una galería circular exterior con vistas de la ciudad. Los cuerpos laterales albergaban museos, galerías de arte, auditorios y residencias. En el cuerpo central había un gran atrio de entrada, restaurantes y alojamiento.
La forma del hotel evocan a las torres de la Sagrada Familia, sobre todo a la central, en construcción, que será la más elevada del mítico templo de Barcelona. En 2009, el edificio apareció recreado en la serie de televisión “Fringe”, donde se mostraba una ciudad alternativa de Nueva York en la que sí habría sido construido.
Uno de los proyectos de parques de diversiones más ambiciosos fue presentado en Coney Island en 1906: la Globe Tower. Ofrecía a los inversionistas “una oportunidad de ser parte de la estructura de acero más grande jamás erigida, la mayor empresa de entretenimiento del mundo”.
Su autor, Samuel Friede, explicó que era una estructura en forma de esfera subdividida en pisos, con un diminuto punto de contacto con la tierra, simulando un gigantesco planeta de acero de 210 metros de alto con ascensores para llevar a los visitantes a sus once pisos.
Estaría sostenida por ocho pedestales cuyos cimientos tendrían 10 metros de profundidad.
El nivel más bajo contaría con restaurantes, un teatro, pista de patinaje, máquinas tragamonedas, etc. En el nivel de 60 metros un hipódromo para 5000 personas. La Sala Principal, a 90 metros de alto, tendría el salón de baile más grande del mundo y un restaurante en movimiento encerrado en vidrio. La plataforma del Observatorio estaba a 150 metros, por encima una Oficina de Observación Meteorológica y la Estación de Telégrafo Inalámbrico.
Hubo una ceremonia de colocación de la primera piedra en 1906. Pocos meses después quedó al descubierto que el proyecto era un fraude, un engaño a los inversionistas.