Durante estos últimos meses de distanciamiento social y aislamiento preventivo debido al brote global de COVID-19, muchos de nosotros nos hemos visto obligados a trabajar en casa a tiempo completo. En este contexto inusual, las condiciones del entorno físico cotidiano han revelado sus limitaciones para satisfacer nuestras necesidades básicas de bienestar. Con acotadas posibilidades de disfrutar del aire libre y el contacto con la naturaleza, corremos el riesgo de sufrir un impacto negativo tanto en nuestra salud física como mental.
Y aunque vivimos en un tiempo en el que nos habituamos a pasar gran parte de nuestra jornada en actividades bajo techo, con luz artificial y privados del contacto con la naturaleza, esta situación de encierro forzado ha puesto en evidencia que nuestras necesidades biológicas, adaptadas durante millones de años a las condiciones del ambiente natural, no se han podido acomodar completamente a estos cambios. El estilo de vida urbano es tan reciente, en relación con la escala evolutiva humana, que muchos científicos se preguntan si hemos tenido suficiente cantidad de tiempo para adaptarnos a este nuevo contexto.
A medida que la pandemia evoluciona en las diferentes partes del mundo, en algunos países el teletrabajo seguirá siendo la norma aún por un tiempo, mientras que en otros comenzará a retomarse la actividad económica y, con ella, el retorno a las oficinas.
Este es el momento de repensar el lugar de trabajo y de buscar nuevas fórmulas para crear espacios enfocados en la salud y el bienestar de las personas como la prioridad principal.
Edward O. Wilson, reconocido biólogo evolucionista, define la biofilia como la tendencia innata a conectarnos con los procesos naturales y otros organismos vivos. Por su condición de “innata”, la biofilia se ubica en el rango de las necesidades biológicas indispensables hacia un saludable desarrollo físico y mental. Ésto no debería sorprendernos ya que durante más del 99% de la historia humana la especie ha vivido en íntimo contacto con el medio natural para sobrevivir.
La hipótesis de la biofilia encuentra sustento en nuestra tendencia a preferir los paisajes naturales a las vistas construidas. Detrás de esta respuesta común a la mayor parte de los humanos, se encuentra la necesidad ancestral de evaluar el ambiente en términos de su compatibilidad con nuestros requerimientos y propósitos más básicos: alimento, refugio, seguridad. “Si los animales eligen su hábitat por medio de mecanismos innatos desarrollados y afinados durante generaciones por la selección natural, es lícito suponer que las personas hacemos lo mismo”, afirma Wilson.
También se ha comprobado que el contacto con la naturaleza tiene efectos restauradores sobre las personas, especialmente cuando experimentamos altos niveles de estrés y ansiedad o nos vemos obligados a pasar largos períodos en situaciones de confinamiento. El acercamiento con el ambiente natural produce bienestar físico y emocional, mejora la recuperación ante el nerviosismo, evoca emociones positivas, facilita la creatividad y beneficia el funcionamiento cognitivo de alto nivel.
La vida en las grandes ciudades ha resultado en una desconexión mayor entre las personas y la naturaleza. En un escenario urbano cada vez más degradado por la contaminación ambiental, la falta de espacio y el uso intensivo del transporte vehicular obligan a comenzar a pensar en soluciones que colaboren con la preservación del ecosistema natural.
La aplicación del diseño biofílico implica la utilización de diversas estrategias orientadas a restaurar ese vínculo, poniendo énfasis en las características y los patrones espaciales que preservan y evocan el hábitat humano natural.
Si bien la idea de incluir espacios exteriores en el lugar de trabajo no es novedosa, hasta hace muy poco solo eran considerados como un ámbito para comer, tomarse un descanso o tener encuentros informales. Cuando están correctamente diseñados estos ambientes pueden dar soporte a una gran variedad de actividades productivas, agregando un plus desde la perspectiva del bienestar: los empleados se sentirán más relajados, productivos y, en última instancia, serán más creativos.
¿En qué se diferencian las estrategias para diseñar un lugar de trabajo efectivo en el exterior?
Además de ser cómodo y productivo, habrá que considerar cuestiones tales como la sombra, el viento, las temperaturas extremas y el deslumbramiento. Obviamente, los espacios de trabajo al aire libre tienen mejores posibilidades en climas templados, pero aún pueden ser muy estimulantes en zonas donde solo se logran usar en ciertas estaciones.
Estas son algunas consideraciones básicas para crear espacios seguros y atractivos que podrán variar de acuerdo con la actividad y la región climática:
El diseño biofílico propone la creación de espacios más saludables, mejor adaptados a las necesidades de las personas y, al mismo tiempo, con mayor sustentabilidad. Todo ésto sin descuidar la calidad de la experiencia y el compromiso emocional que esta estrategia suscita en los empleados. Para identificarnos y asumir la responsabilidad de los lugares en los que habitamos y trabajamos es preciso estar profundamente conectados con ellos.
Brindar la opción de trabajar en espacios al aire libre mejora el confort y amplía el ecosistema laboral para que cada uno pueda elegir el mejor lugar donde realizar sus tareas. Una organización que promueve la salud, el bienestar y la sustentabilidad a través del diseño de ambientes innovadores y amigables con el medio ambiente puede ayudar a restablecer un sentido de comunidad y confianza para las personas que han trabajado aisladas desde casa durante meses.