Septiembre 2019 - Año XXVII
Al borde de la línea

Tel Aviv, la inesperada y maravillosa ciudad blanca

por Ing. Mario Minervino

Denostado en su época, ignorado en los libros de historia, menospreciado por otros, el art dèco fue un estilo de diseño del período de entre guerras (1920-1940) que abarcó todo lo que admitía un diseño, desde la arquitectura hasta la moda, pasando por los juguetes y medios de transporte.

Tel Aviv es una ciudad cuyo nombre se reconoce aunque quizás pocos puedan rápidamente ubicarla en un mapa y dar cuenta de sus características urbanas.

Sin embargo, esta ciudad por demás joven -fue fundada en 1909- es la segunda más grande de Israel, con 412.000 habitantes, se ubica en la costa del Mediterráneo y cuenta con uno de los patrimonios arquitectónicos más singulares del planeta.

Así como Miami tiene su muy promocionado distrito art déco, o Bruselas y Barcelona sus espacios art nouveau y modernistas, Tel Aviv es dueña de la colección más grande jamás construida de edificios propios del movimiento moderno, en particular a partir de la estética impulsada por Le Corbusier y el pensamiento vanguardista de la escuela alemana Bauhaus.

Moderno como resultado del pensamiento que modificó el sentido de la arquitectura y del urbanismo. Moderno en manos de Le Corbusier, Mies van de Rohe o Walter Gropius. Moderno de la Bauhaus, la mítica escuela de arte alemana que, sin tener lugar para desarrollarse en su país encontró en esta ciudad de Israel su campo de crecimiento.

Este patrimonio edilicio de Tel Aviv suma cerca de 4 mil bienes y ha llevado a que se la llame la “ciudad blanca”, declarada por la UNESCO, desde 2003, Patrimonio de la Humanidad.

Ciudad nueva en mano de la Bauhaus

Tel Aviv fue fundada en 1909, en las afueras de la antigua ciudad portuaria de Jaffa. Su crecimiento hizo que pronto superara a ésta y que, finalmente, ambas se fusionaran en un solo municipio en 1950, dos años después de la creación del estado de Israel.

Hoy es centro de la economía global israelí, sede de decenas de oficinas corporativas y centros de investigación y desarrollo.

La década del ‘30 fue decisiva para la escuela alemana Bauhaus, establecimiento que a los ojos del partido Nazi era poco menos que un enemigo y que terminó por cerrar sus puertas a poco de haberse mudado a Berlín.

Bastante antes del cese de sus actividades muchos de sus estudiantes judíos advirtieron el odio del nuevo gobierno, con lo cual dejaron Alemania y buscaron refugio en Palestina.

Del mismo modo en que a fines del siglo XIX las ideas de Thomas Jefferson definieron en gran medida que Washington orientara su arquitectura a partir del clasicismo, Tel Aviv recibió a decenas de adherentes al Movimiento Moderno en un momento particular de su desarrollo: cuando todo se estaba por construir y las nuevas ideas de diseño fueron aceptadas de buen grado. Tel Aviv se convirtió en un tubo de ensayo arquitectónico, donde la demanda de viviendas se mezclaba con la necesidad de una organización urbanística que le permitiera crecer de manera ordenada.

Los arquitectos encargados de perfilarla adoptaron el movimiento moderno y aportaron su creatividad para adaptarlo a un entorno y clima muy particular.

El resultado es una ciudad definida por ideales modernos, pero sin desconocer sus diferentes factores sociales, vitales o culturales.

Los ‘30 y las casas blancas

El marco temporal arquitectónico de la ciudad se ubica entre 1932 y 1939, tiempo en el que la mayoría de los arquitectos llega a Tel Aviv huyendo de la tensión social y cultural de Europa.

Tel Aviv había pasado de tener 300 habitantes, en 1910, a 156 mil en la década de 1930.

Contraria a la posibilidad de adoptar la arquitectura vernácula de Oriente -principalmente árabe-, la arquitectura de volúmenes blancos, puros y sin decoración se convirtió en su imagen.

La escuela alemana, denostada por el Tercer Reich por ser “cosmopolita” y “degenerada”, encajaba con las pretensiones urbanísticas y las necesidades de construcción acelerada de Tel Aviv, tanto por su filosofía e ideología como por su aplicación eficaz y práctica.

Las terrazas hacia el exterior, la pureza volumétrica, el color blanco bajo la luz del sol o los grandes ventanales para dejar pasar la luz del mediterráneo pertenecían a una arquitectura mediterránea que no tuvo cabida en la Alemania Nazi.

Esa propuesta edilicia se apoyó en el trazado de la ciudad, contratado en 1921 con Richard Kauffmann, quien siguió los lineamientos de Ebenezer Howard para una ciudad jardín, de grandes terrenos y jardines, en directa relación con la naturaleza.

Postales de tel aviv

La plaza Dizengoff tiene una historia particular. A pesar de ser el centro por excelencia de Tel Aviv, en la década del ‘80 se consideró que su presencia afectaba la fluidez vehicular, por lo cual se tomó una decisión, que por absurda no deja de ser real: se la levantó para permitir que los autos circularan por debajo. La plaza en las alturas fue un fracaso. Nadie subía sus rampas, dejó de ser un paseo, quebró las visuales a los edificios del entorno y cayó en un total desuso. En 2018, conscientes del error, se demolió esa obra y la plaza regresó al nivel de piso, con algunos cambios en su diseño pero con la esencia del planteo original.


Parece difícil imaginar un sistema de transporte tan rudimentario como los camellos para alimentar la fabricación de uno de los símbolos de la modernidad en la arquitectura. Sin embargo, esos animales fueron utilizados en largas caravanas para transportar los materiales y construir miles de edificios sencillos en su forma y blancos en su pureza.

Kauffman no completó su trabajo y fue Patrick Geddes quien continuó con la urbanización, siguiendo la misma línea que su antecesor. Convencido que Tel Aviv no debía asemejarse a las ciudades europeas, y mucho menos a una de “rascacielos americanos”, sino que debía ser un “lugar de transición, un punto de conexión” entre la actividad frenética de una metrópolis de occidente y la calma y el silencio de un jardín de oriente.

Con ese pensamiento fue que planteó una agrupación de casas alejada del ruido y del polvo, sin “muros o cercas que separen las viviendas, de manera que todos los jardines se combinen en un único grupo, con un incremento de la belleza y el bienestar”.

Los grandes ventanales del norte se evitan ya que tendrían que protegerse del sol por la cantidad de luz y el calor abrasador del Mediterráneo.

La orientación de los edificios es la más óptima según su situación y la ventilación directa está asegurada. Los centros de manzanas se sustituyen por la suma de los jardines traseros.

A diferencia de los bloques alargados que enfatizan la perspectiva infinita de la calle, consigue generar una perspectiva rítmica y heterogénea por la independencia de carácter de cada edificio.

Entre los arquitectos destacados se cuentan Arieh Sharon, alumno en la Bauhaus y jefe del estudio de Hannes Meyer, y Joseph Neufeld, quien estudió en Viena y trabajó con Erich Mendelsohn y Bruno Taut.

También podemos mencionar a Ze’ev Rechter, egresado de la Ecole des Ponts et Chaussées y cuyo contacto con Le Corbusier influyó enormemente en la arquitectura que realizó en Tel Aviv.

Sharon, Ze’ev Rechter y Josef Neufeld fundaron, en 1932, el estudio que agrupó a la mayoría de los arquitectos que trabajaron en la ciudad.

Alrededor de la plaza, el comienzo

Espacio clave en la traza de Tel Aviv es la plaza Dizengoff, diseñada en 1934. De forma circular, a su alrededor se ubican varios edificios que mantienen la misma imagen. El dinamismo de la configuración circular se refuerza con las líneas de sombra de los balcones que doblan hacia las calles aledañas, extendiendo ese espacio más allá de sus límites.

Dos salas de cine, un hotel, un restaurante y ocho edificios de usos residencial, comercial y empresarial definieron una imagen unitaria. El Esther Cinema terminó por añadir balcones para mantener la imagen, que supuso una éxito de la estética en detrimento de lo funcional.

La relación de los bloques de viviendas con la calle fue variando con los años. La planta baja se fue levantando sobre pilotes y el jardín quedó más conectado con la calle.

La influencia de la “era de la máquina” es evidente. Son construcciones pesadas, de volúmenes claros. Se buscaba que la luz entre pero, al mismo tiempo, proteger el interior de las altas temperaturas. De ahí que se utilizaran colores claros, ventanas retranqueadas y estrechas, balcones que se proyectan para dar sombra al piso inferior o edificios que se levantan sobre pilares para favorecer la ventilación. También son característicos los techos planos, pensados para instalar encima jardines y espacios habitables.

Muchas fachadas marcan los contrastes entre las líneas horizontales y las verticales, prestando atención a las esquinas con curvas, huyendo de las cajas estáticas.

En un clima que permite una vida social exterior, los balcones son un espacio intermedio entre lo más privado y lo público. La tipología genera una arquitectura extrovertida.

Así quedó definida Tel Aviv. Un grito del movimiento moderno, de muros lisos y blancos. Con aires de la Bauhaus pero también propios del art déco. Una ciudad tan blanca que asustó a muchos y que hasta se pretendió ignorar. Hoy conmueve a propios y ajenos.

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