“Las doce torres (de la Sagrada Familia) que coronan la inmensa mole parecen, vistas a la distancia, primorosos encajes catalanes, y el punto alto de la catedral ostentará una colosal cruz de cristales que se iluminará por dentro y enviará sus potentes reflejos sobre el llano de Barcelona.
¿Cuándo se verá concluido el templo? Esta es la única pena que enturbia el placer producido por la emoción estética causada por tanta maravilla”. Revista Pluma y Lápiz, Barcelona, 1903.
“Ha empezado (Gaudí) la iglesia por la fachada, a fin de que, si muere, no puedan alterar sus planos; pero guarda el secreto de éstos, y rodea toda su obra de un misterio grande”.
Revista Alrededor del Mundo, Madrid, enero de 1900.
Grúas de alcance nunca antes vistas, paneles prefabricados y tensados, impresoras 3D y sofisticados software son algunas de las herramientas disponibles que en estos tiempos han permitido que la construcción del templo expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona, no sólo avance a un ritmo inimaginable pocos años atrás sino que, además, se han logrado reducir de manera notable los plazos de ejecución de la obra y ajustar el proyecto cada vez más a las ideas originales de su creador.
El edificio diseñado y soñado por el arquitecto catalán Antoni Gaudí en 1882, el que sería fruto del trabajo de varias generaciones y cuyo desarrollo exigiría la creatividad de decenas de profesionales, ha iniciado su última etapa constructiva en octubre, con la construcción de la mayor de las torres, la dedicada a Jesucristo, que trepará, en el remate de su cruz, a 182 metros.
La disponibilidad de recursos económicos ya no es un problema: cada año crece la cantidad de personas que pagan su entrada para visitarla, la principal fuente de recursos. Son casi 50 millones de euros disponibles cada año, aportados por las 12 mil personas que cada día llegan de todos los puntos del mundo.
“Ha muerto un hombre extraordinario, en cuyos ojos azules, como decía Maragall, se veían fulgurar los resplandores del genio, cuyas palabras arrastraban bocanadas ardientes del gran incendio, hablando de cosas maravillosas, de la maravilla ignorada de las cosas conocidas”. Extractos publicados en la Revista de Oro, Barcelona, 1926, sobre la muerte de Antoni Gaudí.
En 2026 se cumplirán cien años de la fatídica tarde en que Gaudí, minutos después de dejar la modestísima habitación que ocupaba en las obras de la Sagrada Familia para concurrir a un templo cercano a rezar, terminó siendo atropellado por un tranvía. Murió a los pocos días, generando conmoción en Barcelona, la ciudad que lo identificaba desde hacía años como “el arquitecto de la Sagrada Familia”. Hacía más de 20 años Gaudí había dejado de trabajar en otros proyectos para dedicarse exclusivamente a la construcción del templo.
Para el año del centenario del fallecimiento, y con un delante de casi 30 años respecto a anteriores evaluaciones, se espera tener completas las obras civiles del templo, todo un reto y un simbolismo para esta construcción que lleva 136 años de trabajo y que en algún momento se estimó no estaría terminada antes de 2050.
La Torre de Jesucristo, la más alta de las 18 que tiene el conjunto, estará terminada en 2022, alcanzará los 172,5 metros, 87 sobre la cota de inicio. Alrededor de esta torre habrá otras cinco, las cuales alcanzarán los 135 metros de altura y ya se han conectado mediante un puente con la central de Jesús. Otra torre, algo mayor, de 138 metros, que se acabará con una estrella, cubre la nave central.
Será una torre hueca, formada por piezas premoldeadas y contendrá una escalera caracol de 60 metros de altura rodeando a un ascensor de cristal. Ambos llegarán hasta la base de la cruz de 17 metros que coronará el edificio.
Una obra ilegal. La Sagrada Familia lleva en construcción 136 años, siempre ajena al control del Ayuntamiento de Barcelona, que no fiscaliza las obras ya que el edificio no tiene licencia de obras. Solo un permiso de 1882 del Ayuntamiento de Sant Martí de Provençals, que dio por respuesta a Gaudí un “tramítese” que el arquitecto nunca atendió.
Recién hace dos años la Junta Constructora del templo y el Ayuntamiento iniciaron negociaciones para regularizar la edificación y el pago de licencia.
Si los tiempos de obra se han reducido de manera asombrosa no es sólo consecuencia de la disponibilidad de fondos, sino de las herramientas tecnológicas de las que se disponen en la actualidad.
Jordi Faulí, arquitecto director del Templo, explica: “Gaudí siempre consideró el uso de la tecnología en su proyecto. Por caso la estática gráfica que generó con un sistema de cadenas invertidas, de modo de ver qué curva es la ideal para que la piedra trabaje de manera óptima”.
Gaudí dejó pocos planos del templo pero varias maquetas. La guerra civil española se encargó de hacer añicos la mayoría de esas referencias pero varios profesionales se encargaron de reconstruirlas, algunas de ellas a partir de pequeños fragmentos.
“Los programas informáticos nos han permitido acercarnos más al proyecto de Gaudí y las piezas originales pasarla al ordenador para interpretar el proyecto. Nos han ayudado también en la elaboración de modelos de yeso en impresoras 3D, con lo cual se ha acelerado la ejecución”, detalla Faulí.
Gaudí mencionaba que la Sagrada Familia era una obra del pueblo y que a cada generación le tocaría cumplir un objetivo. “El construyó la fachada del Nacimiento, sus sucesores la de la Pasión (se acabó en 1978). Luego se empezaron las naves, que culminaron con la Misa de Dedicación en 2010, y ahora pensamos en la cruz de cuatro brazos que culmina la torre central de Jesucristo. Gaudí siempre decía que su cliente (por Dios) no tenía prisa”, finalizó.
El ascensor interior de la torre de Jesucristo será una muestra del contraste entre la piedra, símbolo de tradición, y el vidrio con acero inoxidable, ejemplo de modernidad. Estará dentro de la escalera de caracol y facilitará el acceso hasta los 138 metros. Será vidriado y de mucha altura, una estructura extremadamente esbelta.
Teniendo en cuenta el peso que deberá soportar y las cargas dinámicas que transmiten las guías por las que se desliza, la solución más idónea es una estructura metálica gruesa. El aspecto final será el de una filigrana minimalista, alcanzando la mínima apariencia visual como resultado del esfuerzo compartido en su diseño, proceso realmente digno del espíritu gaudiniano.
El hecho de que la torre de Jesucristo sea accesible, tal como quería Gaudí, debía tener presente que el núcleo que forman las escaleras y el ascensor es el camino que, mientras atraviesa la creación del universo, conduce a la cruz. Era necesario para materializar la sentencia de Jesús que aporta sentido al conjunto: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
La pared que conforma la torre interior es de piedra blanca y se abre en la parte superior. Toda ella está agujereada con orificios en forma de rombo, más grandes en la parte más alta, lugar en que se crea una corona de doce puntas que conectan el núcleo con la torre.
Todos los cimborrios centrales de la Sagrada Familia incorporan un sistema de paneles prefabricados de piedra tesada, pero los de la torre principal llegan a ser casi el doble de grandes que los de las torres de los Evangelistas y los de la Virgen María: miden hasta 5,88 metros de alto por 5,12 metros de ancho, con un peso que supera el máximo que puede mover la grúa central, por lo cual ha sido necesario dividirlo en dos.
Aunque la Junta Constructora de la Sagrada Familia sigue fielmente el proyecto de Gaudí, hay partes del edificio que han tenido poca definición por parte del arquitecto. Es el caso de la fachada de la Gloria, en la que Gaudí quería representar “el infierno, el cielo, el limbo y el purgatorio”. Por eso se ha constituido una comisión formada por cinco teólogos y cinco críticos de arte, para interpretar y traducir estos conceptos al siglo XXI.
Este pórtico tendrá siete grandes columnas que representan los dones del Espíritu Santo, los pecados capitales y las siete virtudes, y estará cubierto por las cuatro bóvedas hiperboloides inferiores de los campanarios y por quince linternas desiguales.
El elemento más espectacular serán unas construcciones en forma de nubes que subirán por los cuatro campanarios siguiendo las linternas y que llevarán escrito la frase "Credo in unum Deum Patrem Omnipotentem, creatorem coeli et terrae".
El sistema de la piedra tesada implica la existencia de barras de acero en el interior de la misma, que la prensan. Estos tensores deben estar centrados en el grueso de la piedra, posición que se complica con las intersecciones entre diversos tensores.
En cada panel encontramos seis tensores dobles en sentido vertical. En sentido horizontal se mantienen dos cables separados, uno por el panel de encima y otro por el debajo.
Al aumentar el número de tensores también aumenta el número de cabezas de tesado, es decir, los bloques metálicos que se incrustan dentro de las piezas de la primera y última hilera de cada panel para recibir, atornilladas, las barras de tesado.
Considerar la resistencia al viento en un edificio de gran altura como es la Sagrada Familia es muy importante. En el caso de los cimborrios centrales se hacía necesario disponer de mecanismos que permitiesen alcanzar resistencia y estabilidad.
No era posible plantear el uso único de la piedra como elemento resistente, ya que demandaría un muro de grosor excesivo. Por eso se pensó en muros de piedra con cables de acero en su interior que, al ser tesados, proporcionasen la estabilidad necesaria.
Desde la cota de arranque de la torre de Jesucristo no se podrá ver la cruz que corona el edificio, pero por la luz que se deslizará desde arriba se podrá intuir que hay algo más allá. Este más allá es la vida eterna, representada en la típica cruz gaudiniana de cuatro brazos.
Con una envergadura de 13,5 metros, esta cruz se encuentra todavía en las mesas de trabajo de los arquitectos e ingenieros, quienes calculan su estructura, investigan el uso de materiales reflectantes y desarrollan soluciones constructivas para hacerla realidad.
Los ojos están puestos en 2026. Faltan apenas 8 años de trabajo.